viernes, 15 de junio de 2012

Deporta EU a mexicanos que sirvieron en Vietnam

Muchos extranjeros que se enlistaron en el Ejército de Estados Unidos y pelearon en alguna de sus guerras, son hoy deportados por delitos menores al no ser considerados ciudadanos de ese país.

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Foto: Manuel Martínez/ The Denver Post
Los hermanos Manuel y Valente Valenzuela, veteranos de la guerra de Vietnam.
México D.F. Más de tres mil soldados extranjeros que sirvieron al Ejército de Estados Unidos en Vietnam o Irak, han sido deportados en los últimos 15 años por haber cometido algún delito. Los militares inmigrantes pueden conseguir la ciudadanía estadunidense, pero muchos no lo saben.
Se sienten traicionados. Juraron ante la bandera de Estados Unidos (EU), sirvieron en las Fuerzas Armadas e incluso pelearon en el frente de combate. 

Hoy se ven expulsados del país por el que lucharon, y obligados a regresar a sus lugares de origen, donde en muchos de los casos ya nadie les espera.

Es la situación de miles de veteranos militares inmigrantes que, tras haber cometido un delito, se encuentran esperando a ser deportados. “Peleamos por este país y por tener un buen futuro, y ahorita nos encontramos con esta pesadilla. Nos sentimos peor que traicionados. Somos veteranos de guerra, combatimos en Vietnam. Ningún país en el mundo hace esto. Es una tristeza y una vergüenza para este país”, se queja Valente Valenzuela, de 63 años, veterano de la guerra de Vietnam.

Tanto él como su hermano Manuel, de 59 años, se enfrentan a la deportación por delitos menores cometidos hace años. “A veces no puedo dormir. Nadie sabe qué va a pasar. Es peor que la guerra. Te tratan como un criminal en tu propio país”, añade Manuel.

EU permite a los inmigrantes con papeles alistarse en las Fuerzas Armadas desde hace décadas. En la actualidad, unos 29 mil soldados no estadunidenses sirven en el Ejército. Los militares pueden conservar su ciudadanía de origen o nacionalizarse, una opción a la que se han acogido 64 mil 643 soldados desde 2001.

Veteranos de las guerras estadunidenses aún indocumentados, protestan contra las deportaciones desde la garita de San Ysidro-Tijuana.
Veteranos de las guerras estadunidenses aún indocumentados, protestan contra las deportaciones desde la garita de San Ysidro-Tijuana. Foto: Manuel Ocaño/ Notimex


Lo que muchos no saben es que, si no son ciudadanos estadunidenses y cuando vuelven a la vida civil tienen problemas con la ley, pueden ser deportados. Los activistas estiman que más de tres mil ex soldados extranjeros han sido deportados desde 1996, y denuncian que los soldados no son aconsejados al respecto.

“Me da rabia. Cuando estás en batalla, te dicen que no se puede dejar a ningún hombre atrás. Es un código de nosotros que sigue después, cuando uno sale del Ejército. Como soldado me siento traicionado, pero no me voy a dar por vencido”, explica Héctor Barajas, de 33 años, deportado a México después de ser condenado por disparar una pistola en un incidente de tráfico dos años después de su vuelta a la vida civil. Hoy trabaja desde Rosarito, en Baja California, con la asociación Banished Veterans (Veteranos Desterrados) para poner fin a las deportaciones de militares.

Los hermanos Valenzuela nacieron en México. Su madre, ciudadana de EU, los trajo a este país cuando eran niños. Siempre se consideraron estadunidenses. Los dos sirvieron al país en la guerra de Vietnam. Ahora, vuelven a vestir sus uniformes militares para protestar.

A Manuel le comunicaron por carta, en 2009, el inicio de su proceso de expulsión. Cometió varias faltas menores, entre ellas una multa por exceso de velocidad y resistencia a la autoridad. Valente, sobre quien pesa un delito menor de violencia doméstica, fue condecorado con una medalla de bronce por sus servicios.

“Toda nuestra vida hemos creído que somos ciudadanos de este país, porque nuestra madre nació en Nuevo México. El oficial de reclutamiento nos aseguró que éramos ciudadanos americanos”, explica Valente, quien llegó a EU a los siete años.

“Tienen que entender que somos veteranos de Vietnam, y cuando regresamos la gente que se oponía a la guerra nos trató como si fuéramos asesinos de bebés. Tuvimos que soportar todo esto. Y ahora, al querer deportarnos, están violando nuestros derechos como ciudadanos americanos y no vamos a permitirlo”, añade Manuel, en inglés, el idioma en el que se expresa mejor tras toda una vida en EU.

El caso de los hermanos ilustra la situación de muchos soldados latinos que cuando terminan su servicio sufren, además de las secuelas de la guerra, el temor a ser expulsados. Los hispanos constituyen 11 por ciento del total de las fuerzas estadunidenses, lo que equivale a casi 150 mil soldados, según estima la organización America’s Voice.
Soldados estadunidenses en Hamburger Hill, en Vietnam.
Soldados estadunidenses en Hamburger Hill, en Vietnam. Foto: Archivo


VÍA PARA LA CIUDADANÍA
El Departamento de Seguridad Nacional (DSN) asegura que en todas las bases militares estadunidenses hay un abogado para asistir a los soldados con su solicitud de ciudadanía.
Desde el 11-S, EU se encuentra oficialmente en “período de hostilidades” y los requisitos son menores. Gracias a una norma de 2002, los inmigrantes pueden postular para convertirse en ciudadanos desde el primer día en el Ejército, si estaban en el país legalmente.

Un programa de 2009 aceleró los trámites, según la Oficina de Migraciones y Aduanas (Immigration and Customs Enforcement, ICE). Además, tras las guerras de Irak y Afganistán, el Ejército acepta también la inscripción de aquellos que estén en el país con visa temporal, lo que ha permitido a muchos conseguir el pasaporte estadunidense en un plazo récord de seis meses.
DESINFORMADOS
Pero muchos de los soldados latinos no conocen este proceso. Según denuncian abogados y activistas, la falta de información es una de las principales razones por las que estos casos pueden terminar perdidos en el laberinto legal de la deportación.

Fue lo que le pasó a Héctor Barajas, quien tenía permiso de residencia permanente o green card (tarjeta verde), pero nunca llegó a solicitar la nacionalidad. “Yo pensaba que era ciudadano, porque el reclutador me dijo que sería ciudadano. Pero luego de estar en el Ejército tuve que pasar algunas autorizaciones de seguridad y supe que no lo era”, cuenta.

Reconoce que empezó los trámites, pero nunca los acabó, aunque añade que “ellos tienen que ser responsables también, porque vienen a ti con promesas. No hicieron su parte”.


Página electrónica de Banished Veterans.
Página electrónica de Banished Veterans. Foto: Especial
Barajas fue condenado por verse envuelto en un accidente de tráfico en el que una pistola fue disparada. Asegura que él no llevaba el arma, pero aceptó declararse culpable para así ser condenado sólo a tres años por disparo de arma de fuego. De lo contrario, le acusarían de intento de asesinato y enfrentaría una pena mucho mayor. “Yo estuve allí y sabía que alguien traía un arma en un carro y dije ‘denme eso’, me puse en esa situación. Lo que no sabía es que esa decisión me iba a llevar a la deportación. Tal vez si hubiera sabido que me iban a deportar hubiera peleado hasta que se cayeran las llantas”.

En 2010, en la sentencia conocida como “Padilla vs. Kentucky”, el Tribunal Supremo estableció que el abogado defensor tiene que advertir a su cliente, si es inmigrante, sobre los riesgos de deportación si se declara culpable. La sentencia tiene efectos retroactivos, y es a lo que se aferra Barajas para pelear su caso. “El problema es que muchos latinos venimos de familias con pocos recursos. No puedo hacer que mis papás gasten dinero para pelear por algo que no es ciento por ciento seguro. Fueron decisiones que en parte fueron mías, y yo no voy a hacer que mi familia pague”, dice con la voz entrecortada.

Ahora vive en Rosarito, Baja California, donde trabaja cuidando a ancianos y pelea contra las deportaciones desde la organización Banished Veterans. “Lo que más me duele es estar separado de mi hija de seis años, que está en California con su madre”, añade entre sollozos.
Los Valenzuela no descubrieron hasta muchos años después de abandonar el Ejército que sus problemas con la ley podían llevarlos de regreso a México. “Yo fui a juicio por violencia doméstica en 1998, y me impusieron 33 horas de clases de reeducación. En 2009 me llegó la carta de que se iniciaba mi proceso de expulsión. El problema fue que yo me declaré culpable, pero nunca supe que eso afectaría mi ciudadanía. Si lo hubiera sabido, no lo hubiera hecho, porque ni siquiera pegué a mi mujer. Fue un episodio en el que me puse violento, y como quería separarme de ella, acepté la culpabilidad sólo para terminar con todo aquello”, recuerda Valente.
A LA ESPERA DE LA EXPULSIÓN
Con las nuevas normas aprobadas por el gobierno de Barack Obama, que priorizan la expulsión de indocumentados con antecedentes penales, los Valenzuela están en línea de espera.

Ellos siguen en libertad, aunque sin poder salir del país. Otros corren peor suerte y aguardan en centros de detención. Es el caso de Arnold Giammarco, de 56 años, que vino a EU desde Italia con su familia en 1960. Sirvió tres años en el Ejército y tres años en la Guardia Nacional. Tiene categoría de residente permanente, pero no es ciudadano.

Está acusado de 13 cargos, la mayoría por posesión de narcóticos y robos menores desde finales de los noventa y hasta 2007. Lleva un año detenido sin fianza, en un centro de Darmouth, Massachussets. “Está devastado. Le visitamos cada domingo, conducimos hora y media y vamos a verle. Pero está detrás de cristales. No podemos tocarlo, no puede abrazar a su hija. Está muy deprimido y llora, llora y llora. Me llama cada martes por la noche y llora. Porque está preocupado por nosotros, por nuestra hija. Se siente impotente. Yo también, porque no podemos hacer nada más que esperar”, explica su mujer, Shannon Giammarco.

La vista sobre su deportación se celebró el 15 de mayo y está a la espera de la decisión. Su esposa considera que hay bastantes posibilidades de que ordenen su expulsión del país. “Vamos a pelear hasta el final y a recurrir a todas las instancias posibles. Pero es un proceso muy caro. Ya llevamos gastados más de 15 mil dólares”, dice resignada.

Le deportarían a Italia, un país del que salió cuando tenía cuatro años. “Sólo tiene primos lejanos allí, y no habla el idioma. Sería un completo extranjero”, explica Shannon. “Podríamos pedir que le dejaran residir en Canadá, pero tendría prohibido de por vida regresar a EU”.

El presidente Barack Obama solicitó la deportación de todos los indocumentados con antecedentes penales.
El presidente Barack Obama solicitó la deportación de todos los indocumentados con antecedentes penales. Foto: Joshua Roberts/ Reuters


FACTOR POSITIVO
ICE, la autoridad migratoria estadunidense, no ofrece estadísticas sobre el número de veteranos que han sido expulsados o que esperan deportación. No concede entrevistas y se limita a enviar un comunicado por correo electrónico en el que señala que el hecho de haber servido en la milicia es un factor atenuante, que es tenido en consideración a la hora de evaluar individualmente las causas.

“ICE revisa a conciencia los casos de los veteranos. Cualquier acción tomada por ICE que podría resultar en la expulsión de un extranjero del servicio militar debe ser autorizada por la máxima autoridad en una oficina de campo, después de una evaluación por un abogado local (…) La directiva Morton de junio de 2011 sobre criterios de acusación identifica específicamente el servicio en las Fuerzas Armadas de EU como un factor positivo que debe ser considerado en el momento de decidir si se ejerce o no la acusación”, señalan en la nota.

Los activistas estiman que las expulsiones se han multiplicado durantes las guerras de Irak y Afganistán. Tras su paso por esos países, muchos soldados regresan con traumas derivados del conflicto y algunos acaban con problemas con la ley, que después provocan que sean expulsados del país.

En México, los cárteles de la droga intentan reclutarlos nada más cruzan la frontera. “Les esperan a la salida de los centros de detención. Son hombres con experiencia militar, y los cárteles necesitan personas bien entrenadas y que sepan usar armas”, asegura un activista contra las deportaciones que trabaja en el norte del país.

Barajas se siente impotente: “Nadie nos quiere ayudar, ni siquiera nos han escuchado las asociaciones latinas como el Mexican American Legal Defense and Educational Fund. Sólo cuando salimos en los medios nos dan algo de atención”, se queja.

Los hermanos Valenzuela se sienten decepcionados con Obama. “Él conoce nuestro caso, pero no ha hecho nada de veras para ayudarnos. Ha deportado a más veteranos que ningún otro presidente. Y como Comandante en Jefe debería firmar una orden para que no se deporte a ningún veterano más”, asegura Manuel. “No vamos a parar. Y queremos una respuesta antes de las elecciones”.


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