martes, 15 de noviembre de 2011

Un Estado vulnerable


Por Virgilio Mendoza*  

El viernes pasado el secretario de Gobernación, José Francisco Blake Mora, falleció junto con otras 7 personas al desplomarse el helicóptero donde viajaban. Hasta la fecha en que escribo esto (sábado 12 de noviembre) la versión oficial señala que se trató de un accidente provocado quizá por las condiciones climáticas, pero apenas se estaban realizando las investigaciones correspondientes. El secretario tenía un poco más de un año en el cargo.

Este acontecimiento resulta tan relevante como significativo. Su relevancia se explica por tratarse del funcionario público más importante del gobierno federal después del Presidente de la República. El puesto de Secretario de Gobernación tiene que ver con asuntos como la seguridad nacional, el establecimiento de la relación entre el Poder Ejecutivo y el resto de los Poderes de la Unión, mantener las condiciones de gobernabilidad democrática, llevar la relación del Poder Ejecutivo con los partidos políticos y con las organizaciones sociales, vigilar el cumplimiento de las disposiciones constitucionales y legales en materia de religión, etc. En suma, se encarga de conducir la política interna del país. Es el área de “inteligencia”, “vigilancia” y “negociación política” del gobierno que actualmente encabeza Felipe Calderón Hinojosa.

 ¿Por qué resulta significativo? Porque, aun tratándose de un mero accidente causado por las nubes, por fallas técnicas o por errores del piloto, hay mucho qué cuestionar y esto por desgracia da lugar a la especulación, pero también a la reflexión respecto de la situación difícil que predomina en el país y la condición de vulnerabilidad en que se encuentran los funcionarios públicos y quizá el gobierno en su conjunto.

En primer lugar, consideremos el factor humano. Se supone que no cualquier persona pilotea la nave donde el titular de la Secretaría de Gobernación es transportado. Quiero pensar que el piloto estaba capacitado para hacer su trabajo, pues sería casi imposible que dada la importancia de su misión no lo estuviera, aunque claro que un mal día lo tenemos todos y fallar es humano, no sólo en lo que se refiere a la habilidad técnica, sino también al criterio para tomar decisiones. Ahora, si había problemas por el clima y se estaba corriendo un riesgo, ¿por qué siguieron el viaje? Si hay un controlador de vuelos responsable de supervisar el recorrido del viaje, ¿quién decidió que continuaran?

En segundo lugar, el factor técnico. Tengo entendido que un helicóptero, como toda aeronave, requiere de un trabajo constante de mantenimiento. Resultaría poco creíble que el gobierno fallara en esto, y más si se trata de un helicóptero que transporta funcionarios públicos del más alto nivel. Por supuesto, a pesar de que se toman todas las precauciones es probable, poco, pero probable, que el mecanismo falle, se pierda el control de la nave y ésta se desplome. Pero, ¿no se supone que precisamente por eso utilizan los mejores aparatos disponibles, para evitar accidentes?

 Por otro lado, la posibilidad de un atentado que resultó en homicidio. Una máquina puede fallar en el momento justo si ha sido saboteada. En este caso, el culpable debió colarse en instalaciones supuestamente muy vigiladas hasta tener acceso al aparato y provocarle un fallo. O los cuerpos de seguridad son mediocres o le permitieron pasar, en tal supuesto hablaríamos de una situación de corrupción, insisto, al más alto nivel. También está la alternativa de que el helicóptero hubiera sido atacado desde tierra o por otra aeronave. En este caso, las preguntas que se ocurren son: ¿no llevaba escolta?, ¿no se supone que se realiza una labor fuerte de inteligencia que prevé estas situaciones?, ¿será posible que nadie detectó movimiento hostil o no se pudo hacer nada si lo hubo?, bueno, es que ¿cualquiera puede dispararle a un helicóptero en pleno vuelo?, supongo que eso requiere de cierto nivel de tecnología y logística propios del crimen organizado, en tal caso, insisto: ¿dónde quedó la labor de inteligencia que realiza el gobierno federal?

No podemos negar que vivimos tiempos difíciles en el país. Estamos sumidos en un clima de inseguridad y violencia que exige de todos, pero más de las instituciones gubernamentales el máximo de precaución, de eficiencia, de vigilancia para garantizar o por lo menos cuidar al máximo la integridad de los funcionarios públicos que realizan las labores más delicadas y que por la relevancia de su cargo deberían contar con el mejor equipo de seguridad del país. ¿El secretario Blake contaba con él? Si así era, el hecho de que el equipo haya fallado, ¿significa que el gobierno es tan inepto que no puede cuidar a sus funcionarios más importantes?

Para colmo, no es la primera vez que sucede en este sexenio. Recordemos que el 4 de noviembre de 2008, el también entonces secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño, murió al caer el avión en el que viajaba. Las investigaciones del gobierno concluyeron que habían sido fallas humanas las causantes de la tragedia, un accidente pues, aunque se especuló mucho sobre un posible vínculo entre Mouriño y el narcotráfico. Esto me hace repetir la pregunta: ¿no puede el gobierno salvaguardar la vida de sus funcionarios?

 Al final, todo esto me hace pensar en que el Estado mexicano es muy vulnerable, ya sea por fallas internas o por atentados criminales, la realidad es que el titular del segundo cargo más importante en el gobierno federal ha fallecido trágicamente por segunda vez durante el mandato de Felipe Calderón. ¿Será que el Estado es tan débil, es inepto o simplemente ha tenido mala fortuna en los últimos años?

Quizá no debería sorprendernos tanto si consideramos los hechos violentos más recientes: en aproximadamente un año han sido asesinados un candidato a gobernador y al menos ocho presidentes municipales. Si esto no es un Estado vulnerable, entonces… ¿qué es?

Publicado originalmente en Jarochos on line.com.mx

*Virgilio Mendoza es profesor de español, literatura y etimologías, egresado de la UNAM, locutor de radio, defensor de derechos humanos y rebelde por vocación


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