A Claudia
Herrera Beltrán
Yo te amé, mi
amor, pero ahora estoy muerto;
mejor
encuentra a alguien más y olvídame.
Malcolm
Lowry
Por Jesús Rito García
Hoy es un día bastante
difícil para mí. Nunca he podido comprenderlo y mucho menos aceptarlo.
Lamentablemente todas las novias que he tenido se han decepcionado de mí porque
no soy el ideal para celebrar este día. Sí, lo sé, hoy es 14 de febrero, y he
decidido contarles mis desdichas a las que me he tenido que enfrentar.
No les hablaré de
libros, ni de política, ni de nada de esas cosas que el día de hoy
d-e-s-a-p-a-r-e-c-e-n, se esfuman, no son tomadas en cuenta. A quién le importa
la vida del país si hay tanto amor por derrochar, si los moteles estarán
lanzando aullidos de placer por sus chimeneas, por sus ventanas, por sus
estacionamientos; despidiendo a los que no hicieron reservaciones.
Pasó el tiempo, y ya en
la preparatoria, cuando lo más interesante es tener novia y si se podía cambiar
muy seguido; mejor. Eso de ser fiel no se me da tanto, quizá un par de veces;
pero no me lo propongo. Luego entonces, esas fiestas del 14 de febrero
resultaron ser bastante interesantes. Ahora sí la cosa era salir a buscar
pareja, impensable estar solo, era como si fuera el peor de los pecados. Aunque una de mis primeras novias
tuvo que padecer mi timidez; bueno, no es que fuera tan tímido en todo, pero lo
era un poco. Así que tenía que irse acostumbrando a regalos bastante discretos:
un reloj, unos aretes, un casette de su cantante favorito, unos chocolates que
tenían la envoltura más sobria que encontraba. Luego entonces, después del día
de los enamorados e ir a bailar. No pasaba más. En cuanto podía se buscaba a
otro galán más “romántico” y yo tenía que cambiar de galana lo antes posible,
sin dudarlo.
Llegó el momento de los
cambios profundos, lecturas de filósofos que después me dieron miedo. Dejar de
creer en dios y esas cosas. Leer todo el tiempo, no sabía hacer otra cosa. Y
por consecuencia navegar con bandera anti-todo: No iglesia católica, No
cursilerías, No cine comercial, No música comercial, No lecturas supérfluas,
etc.
A partir de ese
momento, ya entrado en los 18 años, con todo y mis argumentos decidí abandonar
la vida mundana por algo más “espiritual”. Por tal motivo mis distinguidas
noviecillas comenzaron a sufrir terribles desplantes san valentinianos. Prefería
regalarles libros, (que obviamente nunca leían) posters de cuadros famosos,
(obviamente de los pintores más conocidos: Picasso, Dalí, Miró, Frida…) CDs con
mis músicos preferidos (de los cuales ellas no tenían ni idea y no les
importaba); y al final, quizá llevarlas a un concierto, o al cine, pero no al
cine comercial. En ese tiempo ya vivía en Oaxaca y en el cine club “El pochote”
había unos maratones de cine erótico deliciosos, los cuales veíamos muy
encantados. Ahí se les quitaba el enojo de mis fríos regalos y comenzaba lo
bueno. Perderse en los callejones, entrar a escondidas al cuarto donde no
podías meter chicas, llevarlas en taxi a casa antes de que sus padres la
amenazaran con no salir nunca y regresar caminando de madrugada; porque te
quedabas sin un peso.
Por fin he dejado de
padecer esta fecha tan emblemática para los comerciantes y la cámara de hoteles
y moteles. El tiempo me ha dado la razón y las chicas con las que he pasado los
últimos días de san Valentín no me han pedido nada, ni yo las intento
impresionar con regalos absurdos. Quizá a lo más que podamos llegar es a hacer
el amor como locos, salir a algún lugar divertido, viajar y por supuesto, leer
poesía en la cama (acto realizado con mucha frecuencia durante todo el
año).
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