La poesía es una rata muerta detrás del armario
Anónimo
Por Jesús Rito García
Actualmente no hay nada qué buscar, y no interesa saber
quién habla o quién escribe. El poscorrientismo absoluto es la nada de todos.
¿Quién dice que somos lo que somos, si el mundo ya existía cuando nacimos y las
palabras no son nuestras, porque todos las usamos? Así que no importa eso
llamado autor o nombre propio. ¿Acaso las palabras "flor" o
"viento" tienen autor o dueño? Nada nos pertenece. Somos
usufructuarios de la palabra y de las voces que llenan el silencio del mundo.
La originalidad y lo creativo es un lastre que nos detiene
desde hace tantos siglos. Muchos artistas buscan la originalidad en todo
momento, a sabiendas que en nuestro mundo lo nuevo y original resultan ser el
invento unos cuantos, para limitarnos a todos. El mundo no cambia ni es más
veraz ni más activo, ni más complejo; simplemente vamos acumulando más y más
elementos inservibles. Que sólo es cuestión de irlos acomodando, como tantos
otros maestros lo han hecho a lo largo de la historia. En el caso de la
literatura. Podemos decir que debe de ir dejando a un lado cada una de las
poses que nos atoran. El creador, de manera individual, en solitario redacta
sus historias e ideas. Pero acumula de la vida misma todos los temas, desde los
libros que va leyendo y de los momentos históricos que lo acompañan. O sea,
sigue una tradición. Por eso de vez en cuando debe abandonar su madriguera
maltrecha para vincularse con los demás. La creación no es un acto de soledad,
es un acto para socializar, sin enaltecer la mamonería de lo original. Por eso
se deben abandonar cada una de las palabras que nos separen de todo lo que
circula a nuestro alrededor.
En la edad media, los juglares iban de pueblo en pueblo
recitando y contando historias, y a nadie le interesaba saber quién era el
creador de dicha hazaña o leyenda. Lo que importaba era la historia en sí.
Ya en el renacimiento, con la búsqueda del ser, los hombres
fueron más y más individuales. Querían ver su nombre escrito en todas partes.
Es verdad, Nacimos solos y moriremos en el olvido. Sólo las palabras no
sobrevivirán; por eso no es necesario salir al mundo y gritar nuestros nombres,
porque de nada sirve tener una enorme estatua en el centro de una plaza pública
si nuestra voz se pierde en la conciencia de la gente. Por eso el
poscorrientismo boga en aniquilar la personalidad y crear un ente masivo, un
poscorrientismo absoluto que es la nada de todo.
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