Por Jesús Rito García
A veces, cuando escribo, tengo la sensación de que estoy
comiendo una roja sandía frente al mar, con mis pies en la arena... Aunque a
veces tengo la sensación de que el oficio de escritor es un oficio que se tiene
que madurar como el vino, para ser valorado.
Es un oficio que todos piensan que no se gasta ni un peso,
que no se invierte nada, no es una empresa que valga la pena. Y con esto no
pido que me regalen el dinero, sólo pido que sean justos con quienes escriben.
Pero no se trata de morirse de hambre o ser dueño de Televisa
o Air France, pero sí de que si escribes algo, te lo paguen como es debido, que
te ayuden para pagar la renta, mantener a los hijos, comprar ropita, tortillas,
la luz, el gas. Cosas de personas comunes, ya saben, el estira y afloje de la
vida, pidiendo prestado, pero teniendo la posibilidad de pagar con tu trabajo.
Todos te dicen, ¿quieres publicar?, yo mismo lo he hecho,
invitando a escribir a mis amigos a revistas literarias, o publicaciones
electrónicas, pero en verdad voy a hacer todo lo posible por pagar. Promover la
literatura es tan caro y me da una terrible pena que no te puedas comprar ni un
lápiz con tu trabajo.
El problema es que para que te llamen de un periódico y te
digan, --¿usted es el escritor Fulano de Tal? ¿Le gustaría escribir en nuestro
diario y ser parte de nuestro equipo de trabajo? –pagamos bien, espero esté
interesado.
Ese es un sueño que posiblemente puedas disfrutar después de
los cuarenta años, no todos, pero a la mayoría le pasa lo mismo. Entonces hasta
esa edad, en la que ya tienes algunos hijos, enfermedades y problemas de la
vista; aproximadamente hasta esa edad te deciden pagar por todo lo que haces,
que si una lectura, que si una conferencia, que las publicaciones. Antes, nada
de nada. Sólo te dicen, vas bien, pero no es tan fácil. Como si leer y escribir
fuera cosa de hacer enchiladas, (hasta hacer enchiladas tiene su chiste).
Como si comprar un
libro, asistir a la universidad, leer horas y horas no representara ni un solo centavo.
A parte de eso, hasta en tu familia te dicen, te la pasas leyendo y no haces
nada. Eso me da una risa terrible, ya que de niño no hacían más que fastidiarte
diciéndote, estudia, lee, no vayas a terminar de cargador. Y ahora, si no te
ven de cargador, o subiendo y bajando escalares, es como si no hicieras
absolutamente nada. Es la misma historia de los que se casan muy jóvenes;
primero, es una desgracia en la familia, hasta los quieren desheredar y los
prefieren ver muertos, después, ya que nacen los nietos, todo es miel sobre
hojuelas.
Pero regresemos a que
debería de valorarse el trabajo de escritor, sino, ¿quién hará todas las
historias de amor y desamor que ven en la Televisión? ¿O las pelis en el cine?
Los programas de radio, noticieros, en fin, todo aquello donde se tenga
necesidad de escribir. Lo malo es que para hacer todo eso, se toman las
versiones más sencillas del arte de escribir (no en todo) pero en el caso de
las telenovelas, son moldes ya establecidos.
En fin, lo ideal es que
a partir de los versos o las historias que contamos se valore aunque sea un
poco. Esta discusión ya tiene varios siglos, pero nunca está de más recordarla,
ya que eso de vivir solamente de aire, no es muy atractivo.
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