martes, 5 de agosto de 2014

La chispa que prende a la gente


En cuanto al detonante de un linchamiento, los robos y agresiones directas contra personas o por accidentes automovilísticos se encuentran en primer lugar, suman 82 por ciento de los casos.
 
También esto ha cambiado. En la primera década del siglo XXI (2000- 2009) los linchamientos se desataban por agresiones a la integridad física en un 45 por ciento de los casos, en los últimos años, en cambio, la mayoría ocurren por agravios contra bienes y servicios, 64 por ciento. 

Esto probablemente se debe al aumento de robos y a la cada vez más grave depauperación económica. Perder bienes o los elementos para obtenerlos equivale a perder la vida, explica Gamallo.

Pero los linchamientos también son un ingrediente en la lucha política, de ahí que demandas populares o sindicales no satisfechas, la defensa de la tierra, la resistencia a un desalojo o el simple interés de eliminar a un enemigo han precipitado linchamientos, sobre todo de policías y figuras de autoridad, asienta Gamallo.

Otros detonantes son las acciones policiacas sospechosas o contrarias a los intereses de las comunidades o de franco abuso de las corporaciones, como en Nezahualcóyotl, donde en 2000 se descubrió que el 50 por ciento de los robos eran cometidos por policías.
Otras acciones que no son contrarias a la ley, pero sí a la religión, las costumbres y la cultura de los pueblos también desatan linchamientos, como los actos de brujería.


Para dar ejemplos de detonantes, detallaremos algunos de los 54 casos ocurridos recientemente en el Estado de México. Así tenemos que a partir de un caso común: robo en el transporte público, ocurrió uno de los primeros linchamientos de este año. 

Despuntaba enero y en una combi que corría entre Coacalco y Ecatepec, dos municipios con elevada inseguridad, dos personas pretendieron asaltar a los pasajeros. Los amenazaron con pistolas, pero un usuario se les fue encima logrando desarmar a una de ellas. Los demás no esperaron ni un segundo e imitaron al valiente. En poco tiempo dominaron a los atracadores. Luego los bajaron y a la golpiza se unieron otros choferes y trabajadores que usan este transporte que comunica con el tren suburbano.

Un linchamiento en toda forma, por la espontaneidad con la que actuaron los pasajeros, el anonimato con que operaron y lo efímera que fue su alianza, aunque la víctima no resultó muerta, lo cual ocurre en la mayoría de estos casos.

Otro caso fue detonado por un accidente automovilístico, algo común en zonas urbanas. A principios de abril, vecinos de San Juan Zitlatlaltepec, Zumpango quisieron linchar a un adolescente de 14 años que atropelló y mató a tres personas, entre éstas a una mujer embarazada, con una camioneta Ford Explorer que conducía sin pericia.

Los policías tampoco se han salvado. En este primer semestre de 2014, varios de ellos resultaron linchados. El caso de San Andrés Tlalamac, Atlautla, ocurrido a fines de junio fue el más dramático. Un destacamento policiaco iba en busca de talamontes, cuando uno de ellos hirió de muerte a un campesino y todo se les salió de control. La comunidad los retuvo, los golpeó y los encerró en la delegación. Dos de ellos murieron, los demás fueron liberados luego de negociar con las autoridades.

En estos dos últimos casos ya no se trata de un simple linchamiento, son casos de vigilantismo. Las comunidades están previamente organizadas y, aunque parezca desordenado a simple vista, la gente actúa coordinadamente conforme a un protocolo de acción.

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