jueves, 2 de mayo de 2013

Violencia en la protesta, ruptura de vínculos sociales, represión legitimada


Por Blanca Padilla

La protesta social se ha vuelto cada vez más violenta, casos concretos: lo ocurrido en el D.F. durante la toma de posesión de Enrique Peña Nieto, lo sucedido en Guerrero hace unos días, donde fueron destrozadas las sedes de varios partidos políticos, y los disparos escuchados este primero de mayo durante las marchas en Oaxaca.

Sin embargo, cabe preguntarse, quién está detrás de esta exacerbación de la violencia, quiénes se manifiestan o quiénes desean erradicar la protesta como forma de defensa de los derechos humanos, sociales, políticos o del tipo de que se trate.
Quiénes utilizan a esos jóvenes llamados Anarcopunks, por ejemplo, para generar caos y actos vandálicos durante las manifestaciones. A quién conviene que la sociedad, harta ya de los bloqueos al tránsito, se vuelva presa del pánico por los saqueos y destrozos perfectamente televisados que cometen estas personas.

A quién conviene que, visto esto, la sociedad condene iracunda a quienes protestan.

El candidato a maestro en estudios latinoamericanos, Mario Bravo Soria, estudioso de estos temas, desarrolló el concepto contrainsurgencia simbólica, para hablar de este asunto donde, haciendo uso de los medios, el poder establecido combate la protesta social.

Para Bravo Soria, la protesta es un  relato alternativo al instituido, una forma de romper con el esquema, una posibilidad distinta, la creación de nuevos sentidos, subjetividades alternativas a las existentes.

De ahí la importancia de la creatividad al protestar. Para Mario Bravo Soria, las marchas multitudinarias, perdieron ya su efectividad y urge encontrar nuevas formas que logren el consenso social, como lo hicieron esas megamarchas en los años setentas y ochentas del siglo pasado.

En este momento, el hartazgo social por los  bloqueos a las vía de comunicación favorece la contrainsurgencia simbólica, el hecho de que se vilipendie y criminalice al sujeto que protesta usando los medios de comunicación con el objetivo de aniquilarlo y cortar sus posibles vínculos con el resto de la sociedad.

Y la constrainsurgencia simbólica no persigue otra cosa que,  gracias al miedo, legitimar los procesos represivos hacia quienes han transgredido el orden al efectuar manifestaciones públicas de su rechazo a lo establecido.

Mientras más violencia haya en las protestas, mayor justificación tendrán los represores para actuar, entonces, ¿a quién conviene que los actos de protesta se radicalicen?


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