miércoles, 8 de mayo de 2013

Último llamado, los jóvenes se nos están yendo de las manos


Por  Blanca Padilla

Hace mucho leí en Opiniones de un payaso, novelita de Heinrich Böll, como este escritor alemán de la posguerra se pregunta, entre otras cuestiones,  por qué no se ha hecho una asociación para proteger a los hijos de los ricos, esos que crecen siempre tan malcriados. Basta recordar a la hija del titular de la Profeco o a la de Enrique Peña Nieto.

Al nobel de literatura le preocupaba la situación de abandono que padecen generalmente estos niños y jóvenes, mientras sus padres se obstinan por acumular dinero o por cumplir con sus relaciones sociales.
Ciertamente, este escenario ya no es privativo de los ricos, actualmente ha cundido entre los estratos medios y bajos también. La incorporación de las mujeres al trabajo asalariado y el surgimiento de nuevos tipos de familias, entre otras, son las causas.

Aceptémoslo, la mayoría de niños y jóvenes en nuestro país están solos y es urgente ya no hablar sino actuar al respecto, para hallar soluciones. No los podemos dejar a su suerte.

Hoy abordo el tema ante un hecho que además de tremendo me parece esclarecedor: el asesinato de los hijos de los periodistas Martha González Nicholson y David Páramo, ella editora del periódico policiaco El Peso, filial de El Diario de Chihuahua y él un polémico y exitoso comunicador de asuntos económicos.

Diego Alejandro y David Alfredo Páramo González fueron asesinados, presuntamente por su relación con narcotraficantes. Pero, seamos honestos, en el fondo fueron asesinados por una situación de abandono, no de ahora, sino de años atrás. De esos años en los que a hombres y mujeres se les forman los valores, los hábitos y el carácter.

Etapa en la que si no se les conduce eficazmente , ante el fracaso, solo quedan la justificación o el deslinde. Así lo veo en este caso.

Considerando el inmenso dolor que debe significar para una madre perder a sus hijos, me atrevo a decir  que ella cae en el cliché de creer que sus hijos son buenos por encima de cualquier realidad. Así lo denota al decir que dará el beneficio de la duda a las autoridades para que investiguen, pero “que no salgan con que eran unos malandros”. Son mis hijos, por lo tanto son inocentes o, aunque fueran culpables, para mí no lo son porque los amo.

En tanto, con lo dicho por David Páramo en twitter, se advierte la distancia que lo separó, no sabemos desde cuando, de sus hijos. Sus palabras son casi un deslinde: “se trata de una tragedia que enluta por lo menos a dos familias separadas hace ya mucho tiempo”. Algo clásico también entre los padres, mientras eres exitoso puedes llamarte mi hijo, de lo contrario no.

Tal vez una confirmación de esto último, fue su ausencia en el funeral de los jóvenes, aunque el gesto de absolutamente nada hubiera servido. Los niños y jóvenes necesitan nuestra atención en vida.

Pongo el caso como ejemplo, pero sabemos que hay miles en nuestro país y que algunos los protagonizamos nosotros mismos. No se trata de hablar por hablar, esta es una forma también de exorcizar mis propios demonios, de reafirmar mi decisión de dedicarles más tiempo a  mis propios hijos y  de invitar a que pongamos las barbas a remojar.

Oportunidades laborales siempre habrá, se puede vivir con menos, pero con los hijos solo tenemos una oportunidad o muy pocas. No nos podemos dar el lujo de perderlas, de perderlos.

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