martes, 7 de mayo de 2013

Quizá soltó una franca carcajada, o eso ameritaba



Por Marco Lara Klahr

Si nos atenemos a la información aportada por Eduardo Sánchez, subsecretario de Normatividad de Medios -Secretaría de Gobernación- [abril 30, 2013], el principal «delito» del señor Inés Coronel Barreras es el de ser, supuestamente, suegro de Joaquín Guzmán Loera, a quien el gobierno federal atribuye el liderazgo del «cártel de Sinaloa» algo semejante había sucedido ya durante el sexenio anterior, con la aprehensión de un supuesto hijo del propio Guzmán Loera.

En lo tocante a la espectacularización de las detenciones policiales y las consignaciones ministeriales, el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto ha pretendido diferenciarse de manera tajante respecto del de su antecesor; ha preferido la mesura y expresado su intención de estandarizar las políticas de comunicación institucional de acuerdo con los derechos humanos y la legalidad. 

Aunque realizado dos días antes de la visita de Barack Obama a México [mayo 2], tal vez como un efectista obsequio de bienvenida, el anuncio oficial acerca de la detención de Coronel Barreras mantuvo esa mesura formal.

Pero en su esencia la política comunicacional del gobierno de la República actual no se diferencia de las anteriores:   
1) En su lenguaje y enfoque, los comunicadores institucionales mantienen las nocivas taras culturales que les ha dejado el sistema inquisitivo de justicia: presumen la culpabilidad y no la inocencia de los ciudadanos detenidos o imputados de delito, y revelan información y datos protegidos por la ley, afectando derechos específicos, como la presunción de inocencia, la imagen y la dignidad.   
2) Siguen justificando tal proceder apelando al «interés público»: el subsecretario Sánchez, con su característico lenguaje inquisitivo -denigratorio de su cargo público y desconcertante a juzgar por su formación académica-, dijo al revelar la imagen de Coronel Barreras que «El propósito de presentar el rostro de esta persona es precisamente el de que […] los ciudadanos puedan identificarlo en caso de que hayan sido víctimas de algún delito por parte de este presunto delincuente». Algo cuya verdad no ha demostrado; es decir, ¿exhibir a personas en medios atrae denuncia ciudadana de calidad? No ofrece evidencia empírica alguna. Repite un cliché.   
3) Y, sin embargo, los comunicadores institucionales, incluido Sánchez, saben bien lo que hacen: emiten información superficial convencidos de que, cuando se trata de linchar mediáticamente a una persona, los periodistas y los medios noticiosos no solemos hacer demasiadas preguntas; en general, nos contentamos con pacotilla, siempre que lleve «datitos», «carnita» -así les llamamos en la jerga periodística- de impacto.   
4) Al final, el más básico análisis de medios nos muestra la facilidad con la que, sexenio a sexenio, el poder público consigue regular el timming mediático sin encontrar el menor contrapeso, la menor resistencia de los medios noticiosos industriales.   
Al dar a conocer la captura de Coronel Barreras en Sonora, Sánchez insistió en el trabajo de investigación e inteligencia del gobierno federal, mismo que al cabo de tres meses le habría permitido identificar al supuesto padre de la esposa de Guzmán Loera, localizarlo, conocer su modus operandi y sus negocios en el tráfico de mariguana, y aprehenderlo.   
De acuerdo, entendido. Pero, ¿y su base operativa y financiera? ¿Cuánta droga producía y en dónde? ¿Qué funcionarios públicos, incluidos los policiales y militares, posibilitaban esto? ¿Cuál era la dimensión de su red criminal y su articulación con el «cártel de Sinaloa»? ¿Cómo conseguía cruzar la frontera con sus cargamentos? Ya en territorio estadounidense, ¿qué ruta seguía la droga, con qué redes y qué infraestructura criminal? ¿Dónde están las ganancias? ¿Invertidas en bienes? ¿Circulando por el sistema financiero? ¿Se desmanteló su sistema de lavado de dinero? ¿Se expropió su fortuna? ¿Qué impacto real tendrá su detención en el funcionamiento del «cártel de Sinaloa»?   
Como esas preguntas no las formulamos los periodistas, ni el subsecretario Sánchez habló de ellas ni seguramente habría podido responderlas, lo que nos queda a los ciudadanos es que, en efecto, el mayor «delito» de Coronel Barreras es el de ser suegro de quien supuestamente es ?por más que ese no sea delito alguno.   
Ahora bien, ¿la seguridad y la justicia? ¿El combate al crimen organizado? ¿La solidez y exhaustividad de las investigaciones policiales? ¿El derecho a la información y de acceso a la información? ¿La rendición de cuentas y la transparencia? Quizás, al salir de su conferencia de prensa nocturna [abril 30, 2013], ya a solas, pensando en esto y repasando los rostros de los crédulos periodistas que anotaban obedientemente cada una de sus palabras, el subsecretario Sánchez soltó una franca carcajada -o al menos su éxito mediático de aquella noche lo ameritaba.    
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