domingo, 5 de junio de 2011

Dónde quedaron los maestros


Celestino Robles  

Hasta hace unos años todavía, el maestro representaba un eslabón importante en las comunidades marginadas de Oaxaca, era querido por toda la cuadrilla porque era el personaje que sabía de todo. Era capaz de gestionar, de hacer oficios, de orientar a las personas con las que convivía todos los días. Compartía las penas y la pobreza de los miles de campesinos y era, su guía.
Aquella imagen del maestro pulcro, bueno y honesto se vino deteriorando con el tiempo, hasta llegar a nuestros días, donde esa figura del educador se desvaneció. El maestro ahora es un emblema de lucha, una lucha que no es por los niños, que no es por la educación.
Pero este cambio parece no importarles a los maestros, lo más importante para ellos, es luchar por aumentos salariales y prestaciones, homologación y demás beneficios que persiguen, cobijándose en esa fuerza impresionante a la que muchos han llamado “mafia”.
Lo deprimente de la situación educativa de Oaxaca se complementó en estos días con la imagen que ofrecieron los profesores en el primer cuadro de la ciudad. Una tragedia para nuestra entidad que sobrevive en la pobreza extrema no sólo económica sino educativa.
 La protesta anual de los maestros tuvo en la incertidumbre a todos. Los padres pensando que sus hijos pueden perder el ciclo escolar, los comerciantes resentidos por las bajas ventas y una sociedad que repudia la obstrucción de sus calles, pero maniatada.
El maestro ejemplo, el maestro guía ya no existe, sólo nos quedan los que permanecen semanas prácticamente tirados junto a los cerros de basura que ellos mismos generan. Estos profes dejaron el viejo portafolios y las tizas para tomar los botes de spray y plasmar sus reclamos en las fachadas. ¡Defendemos los derechos del pueblo! Así lo justifican.
Lo cierto es que los maestros parecen inmunes ante el sentir popular, no les importa cuánto tiempo pueden estar en paro laboral, tampoco le interesa qué tanto aprenden sus alumnos, o cual fue su aportación a la comunidad o escuela en la cual laboran. Sólo les importa su bienestar y nada más.
Salvo algunos casos, a muchos no les preocupa su preparación, prefieren ser el espejo de aquellos vicios que aprendieron, y aplicarlos, aun cuando los tiempos no sean los mismos y que los avances tecnológicos y científicos los rebasaron ya. Esta falta de educación en los que dicen impartirla, es el resultado de las estadísticas desastrosas que publica la OCDE.
También la insensibilidad sale a relucir cuando se le miente descaradamente a las comunidades, a los padres de familia y a los pequeños, utilizando el sonado pretexto de luchar por conseguir mejoras para la escuela y los educandos.
“Muchas veces nos han dicho que este año traerán uniformes, zapatos y desayunos para los niños pero nunca se ha hecho realidad”, comentan por ejemplo algunos campesinos de la Mixteca.
Todos tenemos derecho a luchar por lo que nos hace falta, y también a utilizar los métodos que consideremos necesarios para lograrlo, pero jamás afectando a terceros como lo hacen los maestros. Tenemos una ciudad sitiada, miles de niños aprendiendo violencia, viendo las actitudes de sus maestros, y un estado que no acaba de levantarse de sus destrozos.
Este fin de semana terminó el tratamiento que año con año sufre Oaxaca, regresan los maestros a sus aulas; pero ya para qué. Seguramente ya sólo van a realizar los trámites para fin de cursos, no darán más clases, el período escolar terminó. Los niños no importan. Total, el pueblo y la educación pueden esperar.

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