martes, 7 de junio de 2011

Libertad de prensa, entre el interés público y los poderes fácticos

Por Blanca Padilla


El periodismo es una profesión caracterizada por una fuerte inestabilidad, sometida a turbulencias, presiones y cambios, incluso en condiciones históricas favorables.
 
El narcotráfico, los cacicazgos locales, el poder del que abusan los políticos, la concentración de los medios en las manos de unos pocos (siempre con intereses distintos al periodismo) son algunas de las amenazas más evidentes para los periodistas.


Otro gran problema es que tenemos una enorme cantidad de personas a quienes no les interesa estar informadas, que ni siquiera saben que  tienen derecho a estar informadas.

Esto en gran parte es responsabilidad de los mismos periodistas y de los dueños de los medios, que sólo ambicionan intereses personales sin importar si realmente cumplen con su función pública.

La prensa, tradicionalmente, se preocupa más que por mantener informados a los políticos y a los grandes inversionistas, no a lo que se llama “el pueblo”. Esto era así, además, por el gran número de analfabetas que existían.

Pero, ahora, a la gran masa de analfabetas funcionales sólo se les da un periodismo amarillista, lleno de  titulares estridentes acompañados con fotografías de hechos sangrientos que sólo recrean la violencia. “Eso es lo que le gusta al pueblo, a la gente no le gusta leer”, es la justificación.  

Ante esto, de paso, cabe preguntarse qué han hecho los maestros, defensores del pueblo, para que haya libertad de expresión, para que se respete el derecho a la información. 

Acaso enseñan a los niños a amar la lectura y a desentrañar las trampas del lenguaje, para que no sean presas de embaucadores profesionales o creen que basta con tomar radiodifusoras para acallar los mensajes mediatizadores.

La historia de la prensa en México ha fluctuado entre ser cómplice-complaciente o perseguida a muerte y desde que se instala el sistema presidencialista en México y aún con “el gobierno del cambio”, dada la vulnerabilidad económica de las empresas y su nulo compromiso con los lectores, el subsidio de todo tipo ha servido para condicionar, mediatizar, controlar o inmovilizar a la prensa.

En todo esto la ciudadanía ha estado al margen, legitimando la corrupción con su indiferencia, comprensible por otro lado dado su alto grado de ignorancia. 

Prensa- gobierno establecieron en México un falso binomio, una relación anómala fincada en la corrupción. 

Porque, si bien es cierto que el nacimiento de la prensa moderna se dio al lado del poder, pues surgió junto con el parlamento inglés y las luchas y debates políticos en el curso de la Revolución Francesa, lo que subyace en esa relación es el germen de la democracia, que nada tiene que ver con ocultamientos y complicidades. 

Prensa y democracia son en realidad el binomio indisoluble desde su nacimiento. Y un elemento principal de la democracia es la incidencia que los ciudadanos pueden tener en la toma de decisiones que afectan al interés general. 

Opinar, decir, cuestionar y criticar deben ser valores irrenunciables en la vida de cualquier ciudadano. Informar, señalar, promover el debate y alentar la crítica son tareas que los medios de comunicación deben anteponer a cualquier otro interés.

Para lograrlo, es imprescindible que exista una prensa integrada  al lector, al margen de otras como la de facción, sostenida legítimamente con las aportaciones de partido; la que subsidia el poder soterradamente; la que sostienen asociaciones comerciales y la de extorsión, al servicio de clanes.

“La distancia con el príncipe es la única garantía de independencia para el escritor, el periodista y el intelectual”, decía Octavio Paz.

El periodista está obligado a cuestionar al poder, cualquier tipo de poder.  Sólo en esa medida puede fortalecerse la democracia y destrabar ese nudo en el que quienes detentan el poder rehúyen toda discusión en torno a este y reducen su noción de lo que es el poder a la autoexpresión y a la dominación.

El periodismo es una profesión que se vive, se disfruta, se crea y se recrea, no se vive de él, no se medra con él. El periodismo es una de las actividades públicas más importantes para la que se requiere libertad, sin antagonismos y sin servilismos.

El surgimiento en 1994 de la guerrilla en Chiapas fue una bocanada de aire para la libertad de prensa, como bien dijo en su momento Carlos Monsiváis; pero también a partir de ahí se tejieron mecanismos más sutiles de coerción, agravados ahora con la guerra contra el narcotráfico.

Las nuevas tecnologías también dan otro respiro a la libertad de prensa, la red virtual escapa a los alcances de los reyezuelos y sus comparsas. Publicar en Internet  ofrece muchas más herramientas y ventajas, se llega a mucho más público y de forma directa, sin intermediarios. De los periodistas y de los ciudadanos depende aprovechar esta herramienta.


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