domingo, 1 de julio de 2012

Casillas especiales, odisea para votar

Por Blanca Padilla

Entusiasmo, convicción, empeño  eso fue lo que se vio entre los electores de Oaxaca este día de elecciones, pero sobre todo, civilidad. 

Con ese mismo espíritu miles de mexicanos que no estaban en su lugar de residencia acudieron a votar a las casillas especiales en esta ciudad. 

Sin embargo, ocurrió lo mismo que en casi todas las elecciones federales: las boletas fueron insuficientes.

Quienes deciden el número de boletas que debe haber en cada casilla especial, que hoy fue de 750, no toman en cuenta que Oaxaca, por ser la capital del estado y una ciudad turística, cuenta con una población flotante bastante elevada. 

En este municipio capitalino solo pudieron votar poco más de 4 mil electores foráneos, entre quienes destacaron estudiantes de diversas comunidades del estado y personas del Distrito Federal. 
Quienes ya no alcanzaron boleta en las cinco casillas que fueron instaladas, de las siete que anunció el IFE, tuvieron que ir a buscar en algunos municipios aledaños o se resignaron a no votar y,  algunos otros, como la señora Nicolasa Martínez, aunque alcanzaron boleta y se formaron por más de cuatro horas no pudieron votar, la razón: alguien más ya había votado por ellos.

Nicolasa Martínez es una indígena de 67 años. Estaba de visita con su familia, ella vive en la Sierra Mixe, y tenía grandes deseos de votar, lo mismo que su esposo quien apenas se sostenía en pie, pero cuando por fin llegaron a la casilla, luego de soportar por horas el fuerte sol oaxaqueño y una lluvia que se soltó hacía las cinco de la tarde, le dijeron que alguien ya había votado con ese número de credencial en algún lado.

La indignación no se hizo esperar entre los electores que presenciaron el hecho, pero nada se pudo hacer. Como este caso, mencionaron compañeros periodistas, se habían detectado ya muchos otros a lo largo de la jornada electoral.

No obstante la inconformidad que generó lo anterior, aunado a la falta de boletas y que no faltó quien se quisiera meter en las largas filas para ahorrarse tiempo, todo transcurrió en paz en tres de estas casillas, no así en la del Zócalo y en la ubicada en las inmediaciones del Hospital Civil. 

En la ubicada en Derechos Humanos, los nervios se crispaban cuando pasaban las patrullas de la policía y del ejército, más cuando pasaron haciendo sonar la sirena con dirección al Hospital, hacia las onde de la mañana, pero aquí no se dieron los conatos de violencia ocurridos en el zócalo y en el hospital.

En la clínica del IMSS del barrio del Ex Marquesado y en Derechos Humanos todo siguió en calma gracias a que varios ciudadanos salieron de las filas para organizar a los electores: En Derechos Humanos algunos cuidaban la puerta para que no se hicieran aglomeraciones y otros marcaron a cada elector con un número en la muñeca para que ya no entrara nadie más ni los que ya no alcanzarían boleta se formaran en vano.

Las filas iniciadas hacia las nueve de la mañana y que solo podían llegar hasta 750 personas fueron diluyéndose hasta casi las 19 horas. La espera fue tan larga porque solo existía un equipo de funcionarios de casillas y únicamente contaban con una computadora para poder localizar al elector y confirmar su identidad. Pero nadie se rendía.

“Ya soportamos de todo, la espera tiene que valer la pena, tenemos que votar”, decía una jovencita para darse ánimos, luego de la lluvia, cuando en la Casilla ubicada en Derechos Humanos, por la salida al Istmo, aún le faltaba cuadra y media para llegar a las urnas.

La sensación que daban los votantes en las casillas ordinarias, quienes desde antes de las ocho de la mañana comenzaron a formarse, era de aquellas personas que desean lo más pronto posible deshacerse de un peso, descargar la conciencia. Entre quienes estaban en las casillas especiales su ánimo era más combativo, más con el deseo de hacer valer su opinión al costo que fuera.

Lo que sí fue común en todos fue esa alegría por haber participado y porque tantos ciudadanos hubieran hecho lo mismo. La solidaridad y la camaradería afloraron, desde compartir taxi, para no gastar tanto, con tal de encontrar una casilla especial donde sí hubiera boletas hasta estarse dando ánimos unos a otros durante la larga espera.

Hacia las siete de la noche, todo era tranquilidad en el centro de Oaxaca, en el paseo Juárez, “El llano”, en el Andador Turístico y en el Zócalo decenas de familias y turistas paseaban en calma. Solo el continuo patrullaje de la policía salía de contexto. 

En el templo de La preciosa sangre de Cristo, incluso algunos católicos celebraban su festividad anual y hacían los últimos preparativos para la quema del tradicional castillo. Todo normal. La única duda en el aire era y sigue siendo: ¿cuáles serán los resultados?

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