jueves, 20 de diciembre de 2012

De espectáculo prohibido a deporte entrañable, la Lucha Libre en Oaxaca

Con cariño para Heiko Kiser
 Por Blanca Padilla

Solo sucede en la ciudad de Oaxaca o eso creo.  Al caminar por las calles céntricas, no falta que se tropiece uno con pintores famosos o con actores que han incursionado en Hollywood, ya sin hablar de la  enorme variedad de muestras de arte popular que se encuentran a cada paso. 

Pero aún así, o precisamente por eso, porque Oaxaca se distingue por sus ostentaciones  de alta cultura y cultura y arte populares (lo que sea que usted quiera entender por esto) que no esperaba,  cuando entré  a comprar agua en un local casi frente al templo de La Soledad, encontrarme con la entrada al mundo de la Lucha Libre en Oaxaca. 

Nunca se me ocurrió que en un rinconcito de esta ciudad, Patrimonio Cultural de la Humanidad, hubiera tanto culto por ese deporte-espectáculo.  Mi ignorancia es mucha al respecto, huelga decirlo, porque si la Lucha Libre forma parte de la cultura del mexicano, porque no habría de tener su lugar en Oaxaca. El tipo de Lucha Libre practicado en México es único y las llaves y acrobacias que practican nuestros luchadores  son de exportación.  

Y cómo no iba a ser popular entre los mexicanos este deporte tan antiguo, si somos un pueblo con tantas carencias, con tantas afrentas que olvidar. Claro, nada que no desaparezca mágicamente con unos buenos gritos en la arena a favor de los técnicos y en contra de los rudos o al revés, por qué no.

Ya se usaba en la antigua Roma con los mismos fines. “Al pueblo pan y circo”. ¿Recuerda usted?  Y no hay  nada que brinde mejor oportunidad al pueblo para sacar sus iras, sus resquemores más sentidos, su sed de justicia, como la lucha libre. Rudos contra técnicos, el bien contra el mal. Asistir a estas exhibiciones relaja e incluso alienta a seguir luchando en el ring de la vida.

Ya nos fuimos muy lejos. Volvamos al pequeño  local comercial sobre la calle Independencia, en la ciudad de Oaxaca. Es una tortería, pero su especialidad son los tacos de canasta y en dos de sus paredes tiene unas repisas donde se exhiben quince máscaras de luchadores famosos, tanto oaxaqueños como de otros lugares de la República.

Pero eso no es todo. 

_Mi esposo es luchador, el conoce a uno de los fundadores de la lucha libre en Oaxaca, Rigo Cisneros, y a muchos otros, su primo es El Caballero de la Muerte_ nos cuenta la dueña del lugar y nos invita a visitarlo. Él tiene otro local de comida en las últimas calles de Trujano. La curiosidad corroe y, para evitarlo,  allá fuimos.

Luchando por la vida

No podía pasar inadvertido. Ese era el lugar, ahí estaba el logotipo del local de tacos de canasta “Don Pepe”: una máscara de luchador en forma de tortilla doblada, tal como lucen  ese tipo de tacos, desayuno muy económico en el Distrito Federal y otras ciudades del centro del país. Una rareza  en Oaxaca. Y al pie una leyenda: “Luchando por la vida desde 2010”.

Eso es lo primero que se ve a la entrada de este negocio fundado por Víctor Manuel García Reyes, El Príncipe Negro, luchador profesional independiente. Una auténtica guarida para luchadores. Luego de unos minutos de estar platicando con él apareció su primo, El Caballero de la Muerte, junto con dos jóvenes, también luchadores.

A todos los atiende El Príncipe Negro con familiaridad. Sus dotes de anfitrión se despliegan hacia clientes y amigos. Con una talla que no supera el metro con setenta centímetros,  vestido con sencillez, resaltan en él sus ojos avispados y la palabra fácil, certera al momento de bromear con sus clientes, compañeros y familiares que frecuentan el negocio para el que tiene grandes planes: hacer un museo de la Lucha Libre.

Aquí por lo pronto exhibe otras  35 máscaras, todas regaladas por los propios luchadores que las portaron: Monarca, El Nazi, Cardenal, Lobo Negro, La Parka, El Espanto,  Abismo Negro, Black Shadow entre otros. Los nombres son elocuentes.

Además, las paredes lucen cerca de 500 fotografías, de las más de cinco mil que tiene y que va rolando de tiempo en tiempo. “Para no aburrir a los clientes”.  Las únicas que están de forma permanente son las de El Santo, El Enmascarado de Plata  y la de Blue Demon, soberanos de este recinto.  

Pero no solo posee fotografías de estos afamados personajes, El Príncipe Negro ha convivido de cerca con algunos de ellos. Puede apreciarse una imagen donde está con El hijo del Santo,  en calidad de réferi.

Hay otra donde los luchadores oaxaqueños les rinden un homenaje a promotores de lucha libre como Manuel Humberto Siordia y El Príncipe Xicotencatl , a quien consideran el maestro de la lucha libre en Oaxaca. Abundan fotos de Rigo Cisneros.
Zombie, Príncipe Negro y Caballero de la Muerte

De los carteles, fundamentales en la promoción luchística, también dan cuenta esas paredes, entre ellos uno que data de 1978.

Premios y reconocimientos de toda índole, ganados en los pueblos, barrios y colonias donde acude a luchar, tampoco faltan. Así demuestra El Príncipe Negro el gran cariño que le tiene a este deporte-espectáculo. “Coreografía con técnica”, en palabras de Lourdes Grobet, una fotógrafa de la lucha libre convertida en el mejor referente del luchador durante esta charla.

Recordando palabras de Grobet, también dijo: 

_“Hemos vuelto a los orígenes de la lucha libre”, aludiendo al hecho de que ahora van luchando nuevamente de pueblo en pueblo como era en el siglo XIX  en diversas partes del mundo y como fue a principios del siglo XX, cuando este deporte llegó a México. 

_Lourdes Grobet estaba muy desanimada y había declarado que la Lucha Libre se estaba acabando, pero en 2005 vino a Oaxaca y vio que seguíamos luchando.  Ya no en las arenas, porque poco a poco fueron cerrando, pero si en las ferias de los pueblos y en los barrios. Entonces nos dijo que estábamos volviendo a los orígenes”_  recordó El Chilango García, como también llaman a Víctor Manuel cuando se presenta como réferi.

De la historia de la Lucha Libre en Oaxaca, nos platica más  El Caballero de la Muerte o Ricardo Javier Castillo Peña, quien ha luchado en Japón, otro de los países más fuertes en este entretenimiento deportivo, junto con México y Estados Unidos.

_Este deporte  llegó a Oaxaca en los años treinta, pero  a fines de los cincuenta comenzó a prohibirse. Me parece que se recuperó una ley de tiempos de Juárez que prohibía las peleas de gallos y los juegos de azar.  Se consideraba que la lucha atentaba contra la decencia y la niñez.  

De ahí, hasta fines de los setenta el locutor y promotor de espectáculos, Manuel Humberto Siordia, comenzó a promoverla trayendo a deportistas de la capital.  Él y el Príncipe Xicotencatl, Saúl Sánchez Heras, un veterano de la lucha libre, fueron quienes convencieron a las autoridades para que se volvieran a permitir. 

Con este gran empuje, cuenta El Caballero de la Muerte, la lucha libre vivió un auge entre los años setenta y ochenta, lo mismo que en todo el país. Hubo cinco arenas, entre ellas La San Francisco, La Fiera y La Santa María. Pero también por esos años fue cobrando popularidad la televisión y a eso y a la falta de recursos atribuyen que poco a poco la gente se fuera retirando.

 _Estos lugares tuvieron que cerrar y hoy son estacionamientos_ comentó El Caballero de la Muerte a quien las múltiples cicatrices en su frente, su actitud siempre en guardia y una mirada penetrante lo hacen ver como el rudo que es. Sin embargo, su sonrisa lo torna bonachón cuando habla de su familia: esposa y dos hijos, todos luchadores.

 _Bueno, la niña todavía no se sabe, pero se ve que le gustan los trancazos_ aclaró el también esposo de La Olímpica, una de las contadas mujeres que han incursionado en el pancracio oaxaqueño. 

Actualmente, de acuerdo con los entrevistados, hay  unos 200 luchadores en Oaxaca, unos cien reconocidos, entre estos unas diez mujeres, que han peleado en ciudades importantes del país, en Japón y en Denver, Estado Unidos.

Rudos pero con ética y disciplina

Tanto El Príncipe Negro como El Caballero de la Muerte son rudos, pero, aseguran, se rigen siempre por el reglamento  de la Federación Internacional de Lucha Amateur (FILA), entre cuyas reglas destacan que no puede darse más de un espectáculo de lucha en una sola ciudad y que los luchadores no deben “meterse” con el público. 

_A veces por ganar más dinero a un luchador puede ocurrírsele pelear en dos o tres lugares el mismo día y eso puede dañar su salud, por eso está prohibido_  aclaró El Caballero de la Muerte, quien ha peleado en Tijuana y otras ciudades importantes y recientemente participó en la criticada película Nacho Libre, filmada en Oaxaca y protagonizada por Jack Black y Ana de la Reguera, una alusión a la vida de Fray Tormenta, el sacerdote luchador.

Las reglas parecen muy claras, aunque, por lo que se ve en las peleas,  son violadas la mayoría de las veces, como sucede con todas las reglas. Por eso nos atrevimos a preguntarles a este par de rudos un clásico: si todo es fingido y  lo que se ve en el pancracio más que deporte es espectáculo. 

La respuesta de El Príncipe Negro nos pone contra las cuerdas:

_ Más que un espectáculo, este primero es un deporte, tiene sus reglas, como ya dijimos, y para ejercerlo es necesario entrenar cinco tipos de lucha: olímpica, grecorromana, intercolegiada, la libre y la lucha libre profesional.  Debemos tener un buen acondicionamiento físico,  conocer las llaves, saber caer, rodar, pisar las cuerdas, para que no sucedan accidentes y, además de eso, tenemos que estar preparados para resistir viajes, hambre, sed, calor y el enojo de la gente.
Víctor Manuel García

El Caballero de la Muerte, quien perdió la máscara hace 22 años en una “Ruleta de la muerte”, cuatro años después de su debut, fue más clemente en su respuesta. Aceptó que es también un espectáculo y comentó además que ellos luchan de acuerdo con lo que les pida el promotor o el propio público. 

_Hay promotores que nos piden lucha extrema y eso es lo que tenemos que dar. Nos pagan por ello. 

Sin embargo, precisó que hay quienes abusan de esto e incluso se “meten” con el público. Otra de las razones por las que la gente se ha ido alejando de la lucha libre. 

_Actualmente, sobre todo en lo que se transmite por televisión, la lucha libre ha perdido su esencia. Los luchadores casi se masacran. Por eso comprendo a la gente. Como padre de familia yo creo que está mal presentar un espectáculo violento,  pero como luchador si he participado en lucha extrema, lo hice por nueve años en un bar, por ejemplo_ se rinde.

_La lucha libre_ terció El Príncipe Negro_ es un espectáculo familiar. Con nosotros, como rudos, el público siempre se mete y nos grita hasta de lo que nos vamos a morir, pero nosotros, aunque si le contestamos, no podemos pasarnos de cierto límite.

_Y aún así, hay lugares de los que me ha tenido que sacar la policía como en diez ocasiones, porque la gente se apasiona mucho y ha pretendido lincharme, sobre todo cuando le gano al técnico favorito_  recordó El Caballero de la Muerte.

Arriba del ring somos todo, abajo, tenemos que seguir luchando

_La lucha libre ha servido siempre para que el público se desahogue, eso lo sabemos. Pero, lo mismo pasa con nosotros, también nos dejamos llevar por la emoción. Se nos olvida hasta de lo que carecemos, son unos minutos de borrachera en nuestros cinco sentidos_ dice Víctor Manuel García Reyes.

_Arriba del ring, somos todo. Las máscaras son una continuidad del misticismo que siempre ha buscado el ser humano. Ayudan a expandir la personalidad. La máscara es parte del mito y del rito que inicia cuando comenzamos a vestirnos para la pelea: la venda, las mallas, la cinta de aislar, la oración que hacemos antes de cada combate, dependiendo de nuestra religión_  completó el lance El Caballero de la Muerte.

_Pero cuando nos bajamos del ring y nos quitamos la máscara, todo vuelve a ser como antes. Nos volvemos a ocupar de nuestras cosas,  porque no vivimos de la lucha libre. A quienes se dedican profesionalmente a la lucha y ya se consagraron, les va bien, pero como local es muy poco lo que se gana, por eso muchos son comerciantes, dan clases o trabajan en seguridad privada_ comentó el Príncipe Negro. 

Caballero de la Muerte y Rigo Cisneros
Y su afán por hacer rentable el negocio de los tacos de canasta demuestra su dicho. Aunque su lucha por la vida no comenzó en 2010, como dice la leyenda de la entrada. Esa batalla inició mucho más atrás, en el singular barrio de Tepito de la Ciudad de México,  de donde es originario. Ahí desde muy joven  desempeñó distintos trabajos, hasta que llegó a tocar guitarra para El Cobarde, uno de los valientes luchadores que estrenaron en México la modalidad “Torneo de la muerte”.

De ahí a subirse al ring no hubo mucho que esperar, peleo en algunas arenas de la capital.  Luego se enamoró de una oaxaqueña y emigró con ella hacia ese estado del sureste mexicano, donde conoció al Príncipe Negro, ahora Caballero de la Muerte, su primo político.
Ricardo Javier Castillo Peña, primero se hizo llamar El Príncipe Negro y peleaba enmascarado, pero en una Ruleta o Torneo de la Muerte, una batalla campal entre varios luchadores, perdió por descalificación. 

Luego de tres años pueden volverse a enmascarar, nos explicó, pero, al pasar ese periodo, el ya había adoptado el nombre de Caballero de la Muerte, con el que retomó su carrera luchando con El Hijo del Santo. Por eso  le heredó aquel nombre a Víctor Manuel.
Así, a sus cuarenta y cinco años, Castillo Peña sigue arriba del ring, contándose entre los pocos que después de desenmascarados siguen dando batalla. 

_Llegamos hasta donde las lesiones nos dejen. No hay edad para este deporte. Ahí está Rigo Cisneros con sus setenta años y aún vigente. Pero hace unos días tuvimos la desgracia de que un mal golpe dejara paralítico a un compañero de veinte años y aquí está El Zombi también, _ dijo  señalando al chico a su lado, un jovencito a quien le aplicaron “La desnucadora” y sufrió un edema cerebral que lo tuvo en coma algunos días. 

La lucha no es fácil, al igual que la vida. Tiene mucho de teatro, pero no  admite falsedad. Al público no se le puede engañar, sentenciaron los dos púgiles que luego de abrirnos un poco su mundo se van cada uno a seguir su lucha diaria. Víctor Manuel  a seguir la venta de tacos de canasta que él mismo prepara y Ricardo al gimnasio de enfrente, donde en sus ratos libres enseña a luchar sin cobrar. “No lucro con la lucha”, asegura.

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