Por Blanca Padilla
El
caso de David Bucio Dovalí, estudiante de la UNAM detenido la tarde del
28 de noviembre por agentes vestidos de civil de un cuerpo policiaco
presuntamente llamado "Policía Encubierta y de Infiltración", en los
alrededores del metro Copilco, me
reveló lo hipócritas que hemos sido.
Queremos un cambio, pero estamos
dispuestos a arriesgar bien poco y la mediocridad nunca ha logrado transformaciones.
Pocos son quienes se atreven a llevar a
cabo acciones más drásticas e inmediatamente los condenamos y nos deslindamos
de ellos. “Son infiltrados”, decimos. Es posible que algunos lo sean, otros no.
Otros rompen vidrios, realizan pintas o queman una puerta o un palacio
municipal como simple expresión de rabia ante la violencia del Estado.
Pero, para hacer ese tipo de acciones hay que ir con todo, dispuestos a dar la vida o ser encarcelados y torturados y en México, a pesar de todo, la indignación no nos da para eso todavía.
Quienes participaron en el movimiento
llamado “La Primavera Árabe”, esos que finalmente cobraron la vida del dictador
Muamar el Gadafi, esos que hicieron renunciar al presidente egipcio Hosni
Mubarak por ejemplo, no lo hicieron con marchas pacíficas.
Fue la violencia contra la
violencia y México tiene cerca de 50 años de ser violentado desde el Estado:
desde las masacres del 68 y 71, la guerra sucia, las sucesivas crisis
económicas, la corrupción de los gobernantes, la implantación del
neoliberalismo y la guerra contra el narco.
Esto último, que nos toca más de cerca, es una guerra que sólo
ha creado zozobra en el país, lejos de acabar con el supuesto problema. La razón es simple: la
infiltración del narco en las estructuras del poder político ha escalado hasta
los niveles más altos, de suerte que los perseguidores descubren que tendrían que perseguirse a sí mismos.
Nadie tiene autoridad moral para
condenar al otro. El Partido de la Revolución Democrática (PRD) no es el único
en apoyar candidaturas de personas relacionadas con la venta de drogas, como el
ex presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca Velázquez, hoy detenido por
el caso de los 43 estudiantes desaparecidos y los siete homicidios cometidos
entre el 26 y 27 de septiembre.
Por sólo citar un ejemplo del Partido Acción Nacional (PAN). En marzo de 2012 fue detenido, por posesión de drogas y armas, el panista Mauricio Herrera Fernández. Presidía el municipio de Las Minas, Veracruz, cargo que le fue revocado.
Y por parte del Partido
Revolucionario Institucional (PRI) al mismo presidente de la República, Enrique
Peña Nieto se le han señalado nexos con grupos delictivos desde que era
gobernador del Estado de México.
La historia de este caso tiene
que ver con la nunca bien esclarecida muerte de la esposa de Peña Nieto, Mónica
Pretelini, ocurrida el 11 de enero de 2007. Una muerte muy conveniente para que
la pareja Peña-Rivera pudiera vivir su telenovela.
También está relacionada con el
asesinato, cuatro meses después (el 10 de mayo), de cuatro escoltas que
cuidaban a los hijos de Peña Nieto mientras paseaban por Veracruz.
Entre los escoltas muertos se
encontraba Fermín Esquivel Almanza, quien conocía de mucho
tiempo atrás a la pareja Peña-Pretelini y probablemente estaba al tanto de las desavenencias
en su relación y supo lo ocurrido en los últimos minutos de vida de su
patrona.
El periodista Francisco Cruz Jiménez ató estos cabos luego de ver la
poca importancia que le dio el gobernador al hecho de que sus hijos hubieran
estado en eventual peligro. Se conformó con decir que alguna banda de narcos mató
por equivocación a sus escoltas.
Y mientras Peña Nieto se olvidaba
del incidente, Cruz Jiménez le dio seguimiento a estas muertes. Sus hallazgos
los plasma en el libro “AMLO, mitos, mentiras y
secretos: la biografía no autorizada”, editado por Planeta.
En el texto Cruz Jiménez liga el
homicidio de los escoltas con el asesinato de Ranferi González Peña, un supervisor escolar de
zona de 45 años de edad, considerado hasta ese momento cabecilla de los
asesinos a sueldo de La Familia y hermano de Alberto González Peña, El Coronel,
jefe de una célula de Los Zetas en el municipio de Luvianos.
Esto ocurrió el 20 de mayo de 2008, presuntamente porque gente cercana
al profesor “alardeó de algunas propiedades ‘liberadas’ luego de una incursión
al puerto de Veracruz para silenciar a un grupo de agentes del Estado de México”.
Cruz Jiménez también revela que “en
la averiguación previa PGR/ SIEDO/ UEIDCS/ 231/ 2008, aparece la transcripción
de llamadas –de un teléfono intervenido- en las que un par de narcotraficantes
da a conocer pormenores de la ejecución de los 4 escoltas de la familia Peña-Pretelini”.
“Una chamba especial para el gobernador”, comentan los narcos en esa llamada.
También de esta llamada se desprende la
participación, en el cuádruple homicidio, de José Manzur Ocaña, ex delegado de
la PGR en el Estado de México, medio hermano de José Manzur Quiroga, ex
subsecretario general de Gobierno en los sexenios de Peña y de Arturo Montiel y
legislador más recientemente.
José Manzur Ocaña fue señalado
por los medios, como protector de los Zeta en 2008. Se le relacionó con las 24
ejecuciones en la Marquesa, entre el 11 y 12 de septiembre de ese año y con la
irrupción en territorio mexiquense del cártel de La Familia y el asentamiento
de los Zetas en Huixquilucan y la zona sur de la entidad. Con todo esto, atrajo
sobre sí la atención de las autoridades federales, a quienes finalmente se les
escapó y hoy se encuentra prófugo o desaparecido.
En tanto, su hermano Eduardo, titular
de la Secretaría Técnica del ayuntamiento de Coacalco y agente de la Policía
Federal Preventiva con licencia, fue ejecutado el 12 de diciembre de 2008, mientras
viajaba en su vehículo BMW después de dejar al ex alcalde David Sánchez Isidoro
en su casa.
Así de lejos ha llegado en poder
del narco en México. De ese calibre es la violencia a la que nos enfrentamos.
En este país, entre quienes detentan el poder, lo que estorba se elimina o se desaparece.
Después de esto, para que hablar
de la pobreza en aumento, del desempleo, del pésimo sistema de salud, de la
marginación de los indígenas, de la baja calidad de la educación, de la
violencia contra las mujeres y de los lujos y componendas de la pareja
presidencial con sus amigos constructores, etcétera.
Violencia, violencia y más
violencia desde el Estado hacia la población (aún no somos ciudadanía,
tendríamos que ser gente actuante). Pero, con todo, al contrario de apoyar las reacciones
violentas que han emprendido algunos jóvenes indignados, les pido por favor que
se abstengan de ellas.
No se arriesguen más chicos. La
cárcel la sufrirán sólo ustedes, igual que la tortura y posiblemente la muerte. Lo único que lograrán es el sufrimiento de sus
familias. La masa aún no está lista. Somos cobardes, queremos seguir en el pobre
confort de nuestra triste vida. Vamos a dejar que los crucifiquen antes que
seguirlos.
Ya hay quienes se sienten
“engañados” por haber pensado que Bucio era inocente y que su detención fue
arbitraria, después de que el joven aceptó con la periodista Carmen Aristegui
que sí lanzó alguna bomba molotov en el aeropuerto.
Hay quienes se rasgan las
vestiduras por una puerta o por el retraso de un vuelo, pero no se duelen por
la suerte de 43 de los estudiantes más pobres del país y por los miles de
muertos y desaparecidos de los últimos años.
Peor aún, hay quienes justifican y piden a gritos mayor violencia contra los revoltosos. Aún no estamos preparados para cambiar, parece que necesitamos mayor sufrimiento. Sigamos pues con las protestas pacíficas hasta que todos estemos preparados para llevar a cabo acciones contundentes, aunque no necesariamente violentas.
Peor aún, hay quienes justifican y piden a gritos mayor violencia contra los revoltosos. Aún no estamos preparados para cambiar, parece que necesitamos mayor sufrimiento. Sigamos pues con las protestas pacíficas hasta que todos estemos preparados para llevar a cabo acciones contundentes, aunque no necesariamente violentas.
Blanquita,
ResponderEliminarLa violencia no es la salida real, es ponerse en la misma dimensión que el gobierno, hay que hacer un esfuerzo por canalizar esa energía hacia empresas( en el mas amplio sentido de la palabra) mas creativas, donde verdaderamente pongamos en jaque al sistema, no con sus mismas y conocidas armas. Un abrazo.
Totalmente de acuerdo contigo Eloy. Yo también creo que la imaginación puede salvarnos, la creatividad pues. Pero hasta este momento lo más que se me ocurre es eliminar los sueldos a los servidores públicos. Esa es la base de la corrupción y de que haya quienes sean capaces hasta de matar con tal de llegar a ocupar puestos públicos aún cuando no tengan la capacidad ni las prendas morales y profesionales para ocupar dichos cargos. Si los cargos fueran honorarios, como lo eran las presidencias municipales hasta hace algunos años, tal vez lo harían mejor y llevarían la fiesta en paz. Pero, cómo lograr esto. ¿Alguna propuesta?, por otro lado, la terca realidad nos dice que este tipo de cosas no se resuelven presentando rosas ante las armas. Tal vez habría que volver a la violencia gandiana, contra sí mismo, contra su propio cuerpo; pero ya a nadie le conmueve una huelga de hambre por ejemplo, ni siquiera las autoinmolaciones. Pero sigamos pensando, algo puede resultar.
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