Por Blanca Padilla
La reaparición de los linchamientos en México a partir de
los años 80 y su incremento desde mediados de los 90, obedece a múltiples
factores, aunque destaca el quiebre de un monopolio normativo mantenido por más
de 60 años, lo cual trajo como consecuencia la reapropiación de la violencia
por parte de las comunidades. Es decir, de los poderes locales que resurgen y
cada vez demuestran mayor organización ante la ineficacia e ilegitimidad del
Estado, evidente por la desidia, complicidad con la delincuencia y corrupción
que invaden las instituciones, especialmente las de procuración de justicia. El
Estado ya no garantiza ni la vida, ni la libertad, ni los bienes de los
ciudadanos. Éstos deben organizar su propia defensa.
Cuando el Estado no hace lo que le corresponde y en lugar
de combatir el delito se asocia con él; cuando la ciudadanía, al denunciar una
agresión, tiene que perder el tiempo con argumentos leguleyos, abogados
chicaneros y jueces decididos a negociar con los delincuentes; cuando la
corrupción se halla institucionalizada pues, se alienta la “justicia por propia
mano”, sobre todo en las comunidades bien organizadas y mejor informadas.
Esto es lo que pasa en el Estado de México y el Distrito
Federal. Entidades con el mayor número de delitos no denunciados, más del 80
por ciento, pero donde más linchamientos han ocurrido como estrategia para
combatir la delincuencia.
Entre 2001 y 2011 estas demarcaciones sumaron casi la
mitad de los 400 linchamientos ocurridos en el país, un 49 por ciento. Sobre
todo en la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM): 16 delegaciones del
Distrito y 59 municipios del estado, donde ocurrieron 73 por ciento de los
casos acumulados por ambas entidades.
Pero, ¿qué es un linchamiento?, en entrevista con Buzos el sociólogo Raúl Rodríguez
Guillén, habla de esta práctica como una de las tres formas, anteriores al
derecho positivo, con las que las comunidades buscan hacer justicia, además del
vigilantismo y las policías comunitarias
o autodefensas.
La principal característica del linchamiento es la
espontaneidad, la gente se reúne instantáneamente y ejecuta contra el infractor
la pena que más rápido le viene a la mente, generalmente golpes; en tanto, el
vigilantismo conlleva un cierto grado de organización y se distingue por llevar
a cabo ejecuciones semejantes a las de los juicios sumarios (decisiones a mano
alzada sin oportunidad para que el presunto delincuente se defienda), pero al
contrario de estos, consumados en plazas públicas, los vigilantistas actúan a
ocultas.
La creación de guardias comunitarias y autodefensas
requiere de una gran cohesión comunitaria, necesitan ser aprobadas por la
comunidad, su capital social, lo que les da legitimidad. No hacen nada sin que
la comunidad lo mandate.
Casos de vigilantismo le dieron nombre a los sumarios
juicios de que hablamos. Aunque tan antiguos como la humanidad, deben su nombre
a un juez de Virginia, Estados Unidos, llamado
Charles Lynch, quien permitió varias ejecuciones sin juicio previo. Una
práctica común contra negros y abolicionistas en el vecino país del norte durante el siglo XIX.
En términos más precisos, los linchamientos son una
relación social, considerando como linchamiento “toda acción colectiva de
carácter público e ilegal, espontánea u organizada, que pretende para sí misma
legitimidad y que ejerce violencia sobre la víctima en respuesta a actos o
conductas de ésta, quien se halla en inferioridad numérica abrumadora frente a
los linchadores”, como anota Leandro Gamallo en su tesis Crimen, castigo y violencia colectiva: los linchamientos en México en
el siglo XXI.
Retomando esta última definición, en la presente entrega
se consideran como linchamiento no sólo los casos que culminan con la muerte de
la víctima, sino también las tentativas.
Estrategia
que aumenta y se esparce entre los pueblos
De 1984 a 2011 en el país ocurrieron 621 linchamientos.
De 1984 a 1992 ocurrieron solo 25 casos, pero a partir de 1993, año previo a la
crisis económica, y hasta el año 2000, el aumento fue exponencial, se
acumularon 253 linchamientos. En tanto, entre 2001 y 2011 se contabilizaron
400, según datos de Gamallo.
De estos últimos, 49 por ciento se concentraron en el
Estado de México (110) y en el Distrito Federal (85), lo que revela no sólo el
crecimiento de este fenómeno, sino su urbanización, considerando que entre 1984
y 2001, periodo en el que fueron contabilizados 276 casos, únicamente 32.87 por
ciento se concentraba en estas entidades.
Y la tendencia al aumento se mantiene. El éxito de
algunos pueblos, al ser por fin atendidos por las autoridades tras un
linchamiento, ha hecho que la fórmula se propague, aunque sea como amenaza,
como lo atestiguan las mantas que penden a la entrada de la mayoría de
municipios de la zona oriente del Estado de México y las delegaciones con las
que colindan.
Más aún, se ha institucionalizado un guion cada vez más
organizado y complejo para llevarlos a cabo.
A la entrada de Santa María Chiconautla, Ecatepec, por
ejemplo, cuelgan mantas con la amenaza de linchar a quien se atreva a delinquir
en él y han demostrado que lo cumplen. En marzo de 2013 apresaron al presunto
secuestrador de Arisbeth Sánchez Isalde, joven estudiante de secundaria que al
igual que otras cinco chicas desaparecieron ese año, según versión de los
pobladores.
Lo arrastraron por las calles del pueblo hasta el
quiosco, donde pretendían quemarlo. Finalmente lo entregaron a las autoridades
y ahora está libre por falta de pruebas y de una denuncia formal en su contra.
La joven continúa desaparecida al igual que otras tres con reporte de
desaparición.
En total, el Edomex sumó 110 casos entre 2001 y 2011. En
2012 se registraron por lo menos 14 hechos, tres de ellos mortales; en 2013 se
acumularon 26, dos con saldo fatal y en los primeros meses de 2014, con base en
una somera revisión de la prensa electrónica, porque cifras oficiales no hay,
ya se acumularon 14 casos. Es decir, en los últimos dos años y medio han
ocurrido 54 casos, casi la mitad de los que ocurrieron en la primera década del
siglo XXI.
Seguir leyendo...
La chispa que prende a la gente
Estado débil, comunidades fuertes
De la desorganización al ritual
La gente "de fuera" bajo sospecha
Para malos, los "del Cerro"
*Versión original de lo publicado en la revista Buzos de la Noticia
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