Con cariño para Heiko Kiser
Por Blanca Padilla
Solo sucede en la ciudad de Oaxaca o eso creo. Al caminar por las calles céntricas, no falta
que se tropiece uno con pintores famosos o con actores que han incursionado en
Hollywood, ya sin hablar de la enorme variedad
de muestras de arte popular que se encuentran a cada paso.
Pero aún así, o precisamente por eso, porque Oaxaca se
distingue por sus ostentaciones de alta
cultura y cultura y arte populares (lo que sea que usted quiera entender por
esto) que no esperaba, cuando entré a comprar agua en un local casi frente al templo
de La Soledad, encontrarme con la entrada al mundo de la Lucha Libre en Oaxaca.
Nunca se me ocurrió que en un rinconcito de esta ciudad,
Patrimonio Cultural de la Humanidad, hubiera tanto culto por ese
deporte-espectáculo. Mi ignorancia es
mucha al respecto, huelga decirlo, porque si la Lucha Libre forma parte de la
cultura del mexicano, porque no habría de tener su lugar en Oaxaca. El tipo de
Lucha Libre practicado en México es único y las llaves y acrobacias que
practican nuestros luchadores son de
exportación.
Ya se usaba en la antigua Roma con los mismos fines. “Al
pueblo pan y circo”. ¿Recuerda usted? Y
no hay nada que brinde mejor oportunidad
al pueblo para sacar sus iras, sus resquemores más sentidos, su sed de
justicia, como la lucha libre. Rudos contra técnicos, el bien contra el mal.
Asistir a estas exhibiciones relaja e incluso alienta a seguir luchando en el
ring de la vida.
Ya nos fuimos muy lejos. Volvamos al pequeño local comercial sobre la calle Independencia,
en la ciudad de Oaxaca. Es una tortería, pero su especialidad son los tacos de
canasta y en dos de sus paredes tiene unas repisas donde se exhiben quince
máscaras de luchadores famosos, tanto oaxaqueños como de otros lugares de la República.
Pero eso no es todo.
_Mi esposo es luchador, el conoce a uno de los fundadores de
la lucha libre en Oaxaca, Rigo Cisneros, y a muchos otros, su primo es El
Caballero de la Muerte_ nos cuenta la dueña del lugar y nos invita a visitarlo.
Él tiene otro local de comida en las últimas calles de Trujano. La curiosidad
corroe y, para evitarlo, allá fuimos.
Luchando por la vida
No podía pasar inadvertido. Ese era el lugar, ahí estaba el
logotipo del local de tacos de canasta “Don Pepe”: una máscara de luchador en
forma de tortilla doblada, tal como lucen
ese tipo de tacos, desayuno muy económico en el Distrito Federal y otras
ciudades del centro del país. Una rareza
en Oaxaca. Y al pie una leyenda: “Luchando por la vida desde 2010”.
Eso es lo primero que se ve a la entrada de este negocio
fundado por Víctor Manuel García Reyes, El Príncipe Negro, luchador profesional
independiente. Una auténtica guarida para luchadores. Luego de unos minutos de
estar platicando con él apareció su primo, El Caballero de la Muerte, junto con
dos jóvenes, también luchadores.
A todos los atiende El Príncipe Negro con familiaridad. Sus
dotes de anfitrión se despliegan hacia clientes y amigos. Con una talla que no
supera el metro con setenta centímetros, vestido con sencillez, resaltan en él sus ojos
avispados y la palabra fácil, certera al momento de bromear con sus clientes,
compañeros y familiares que frecuentan el negocio para el que tiene grandes
planes: hacer un museo de la Lucha Libre.
Aquí por lo pronto exhibe otras 35 máscaras, todas regaladas por los propios luchadores
que las portaron: Monarca, El Nazi, Cardenal, Lobo Negro, La Parka, El Espanto,
Abismo Negro, Black Shadow entre otros.
Los nombres son elocuentes.
Además, las paredes lucen cerca de 500 fotografías, de las más
de cinco mil que tiene y que va rolando de tiempo en tiempo. “Para no aburrir a
los clientes”. Las únicas que están de
forma permanente son las de El Santo, El Enmascarado de Plata y la de Blue Demon, soberanos de este recinto.
Pero no solo posee fotografías de estos afamados personajes,
El Príncipe Negro ha convivido de cerca con algunos de ellos. Puede apreciarse una
imagen donde está con El hijo del Santo,
en calidad de réferi.
Hay otra donde los luchadores oaxaqueños les rinden un homenaje
a promotores de lucha libre como Manuel Humberto Siordia y El Príncipe
Xicotencatl , a quien consideran el maestro de la lucha libre en Oaxaca. Abundan
fotos de Rigo Cisneros.
Zombie, Príncipe Negro y Caballero de la Muerte |
De los carteles, fundamentales en la promoción luchística,
también dan cuenta esas paredes, entre ellos uno que data de 1978.
Premios y reconocimientos de toda índole, ganados en los
pueblos, barrios y colonias donde acude a luchar, tampoco faltan. Así demuestra
El Príncipe Negro el gran cariño que le tiene a este deporte-espectáculo.
“Coreografía con técnica”, en palabras de Lourdes Grobet, una fotógrafa de la
lucha libre convertida en el mejor referente del luchador durante esta charla.
Recordando palabras de Grobet, también dijo:
_“Hemos vuelto a los orígenes de la lucha libre”, aludiendo
al hecho de que ahora van luchando nuevamente de pueblo en pueblo como era en
el siglo XIX en diversas partes del
mundo y como fue a principios del siglo XX, cuando este deporte llegó a México.
_Lourdes Grobet estaba muy desanimada y había declarado que
la Lucha Libre se estaba acabando, pero en 2005 vino a Oaxaca y vio que
seguíamos luchando. Ya no en las arenas,
porque poco a poco fueron cerrando, pero si en las ferias de los pueblos y en
los barrios. Entonces nos dijo que estábamos volviendo a los orígenes”_ recordó El Chilango García, como también
llaman a Víctor Manuel cuando se presenta como réferi.
De la historia de la Lucha Libre en Oaxaca, nos platica
más El Caballero de la Muerte o Ricardo
Javier Castillo Peña, quien ha luchado en Japón, otro de los países más fuertes
en este entretenimiento deportivo, junto con México y Estados Unidos.
_Este deporte llegó a
Oaxaca en los años treinta, pero a fines
de los cincuenta comenzó a prohibirse. Me parece que se recuperó una ley de
tiempos de Juárez que prohibía las peleas de gallos y los juegos de azar. Se consideraba que la lucha atentaba contra
la decencia y la niñez.
De ahí, hasta fines de los setenta el locutor y promotor de
espectáculos, Manuel Humberto Siordia, comenzó a promoverla trayendo a
deportistas de la capital. Él y el Príncipe
Xicotencatl, Saúl Sánchez Heras, un veterano de la lucha libre, fueron quienes convencieron
a las autoridades para que se volvieran a permitir.
Con este gran empuje, cuenta El Caballero de la Muerte, la
lucha libre vivió un auge entre los años setenta y ochenta, lo mismo que en
todo el país. Hubo cinco arenas, entre ellas La San Francisco, La Fiera y La
Santa María. Pero también por esos años fue cobrando popularidad la televisión
y a eso y a la falta de recursos atribuyen que poco a poco la gente se fuera
retirando.
_Estos lugares
tuvieron que cerrar y hoy son estacionamientos_ comentó El Caballero de la
Muerte a quien las múltiples cicatrices en su frente, su actitud siempre en
guardia y una mirada penetrante lo hacen ver como el rudo que es. Sin embargo, su
sonrisa lo torna bonachón cuando habla de su familia: esposa y dos hijos, todos
luchadores.
_Bueno, la niña
todavía no se sabe, pero se ve que le gustan los trancazos_ aclaró el también
esposo de La Olímpica, una de las contadas mujeres que han incursionado en el
pancracio oaxaqueño.
Actualmente, de acuerdo con los entrevistados, hay unos 200 luchadores en Oaxaca, unos cien
reconocidos, entre estos unas diez mujeres, que han peleado en ciudades
importantes del país, en Japón y en Denver, Estado Unidos.
Rudos pero con ética
y disciplina
Tanto El Príncipe Negro como El Caballero de la Muerte son
rudos, pero, aseguran, se rigen siempre por el reglamento de la Federación Internacional de Lucha
Amateur (FILA), entre cuyas reglas destacan que no puede darse más de un
espectáculo de lucha en una sola ciudad y que los luchadores no deben “meterse”
con el público.
_A veces por ganar más dinero a un luchador puede
ocurrírsele pelear en dos o tres lugares el mismo día y eso puede dañar su
salud, por eso está prohibido_ aclaró El
Caballero de la Muerte, quien ha peleado en Tijuana y otras ciudades
importantes y recientemente participó en la criticada película Nacho Libre, filmada
en Oaxaca y protagonizada por Jack Black y Ana de la Reguera, una alusión a la
vida de Fray Tormenta, el sacerdote luchador.
Las reglas parecen muy claras, aunque, por lo que se ve en
las peleas, son violadas la mayoría de
las veces, como sucede con todas las reglas. Por eso nos atrevimos a preguntarles
a este par de rudos un clásico: si todo es fingido y lo que se ve en el pancracio más que deporte
es espectáculo.
La respuesta de El Príncipe Negro nos pone contra las
cuerdas:
_ Más que un espectáculo, este primero es un deporte, tiene sus
reglas, como ya dijimos, y para ejercerlo es necesario entrenar cinco tipos de
lucha: olímpica, grecorromana, intercolegiada, la libre y la lucha libre
profesional. Debemos tener un buen
acondicionamiento físico, conocer las
llaves, saber caer, rodar, pisar las cuerdas, para que no sucedan accidentes y,
además de eso, tenemos que estar preparados para resistir viajes, hambre, sed,
calor y el enojo de la gente.
Víctor Manuel García |
El Caballero de la Muerte, quien perdió la máscara hace 22
años en una “Ruleta de la muerte”, cuatro años después de su debut, fue más
clemente en su respuesta. Aceptó que es también un espectáculo y comentó además
que ellos luchan de acuerdo con lo que les pida el promotor o el propio
público.
_Hay promotores que nos piden lucha extrema y eso es lo que
tenemos que dar. Nos pagan por ello.
Sin embargo, precisó que hay quienes abusan de esto e incluso
se “meten” con el público. Otra de las razones por las que la gente se ha ido
alejando de la lucha libre.
_Actualmente, sobre todo en lo que se transmite por
televisión, la lucha libre ha perdido su esencia. Los luchadores casi se
masacran. Por eso comprendo a la gente. Como padre de familia yo creo que está
mal presentar un espectáculo violento, pero como luchador si he participado en lucha
extrema, lo hice por nueve años en un bar, por ejemplo_ se rinde.
_La lucha libre_ terció El Príncipe Negro_ es un espectáculo
familiar. Con nosotros, como rudos, el público siempre se mete y nos grita
hasta de lo que nos vamos a morir, pero nosotros, aunque si le contestamos, no
podemos pasarnos de cierto límite.
_Y aún así, hay lugares de los que me ha tenido que sacar la
policía como en diez ocasiones, porque la gente se apasiona mucho y ha
pretendido lincharme, sobre todo cuando le gano al técnico favorito_ recordó El Caballero de la Muerte.
Arriba del ring somos
todo, abajo, tenemos que seguir luchando
_La lucha libre ha servido siempre para que el público se
desahogue, eso lo sabemos. Pero, lo mismo pasa con nosotros, también nos
dejamos llevar por la emoción. Se nos olvida hasta de lo que carecemos, son
unos minutos de borrachera en nuestros cinco sentidos_ dice Víctor Manuel García
Reyes.
_Arriba del ring, somos todo. Las máscaras son una
continuidad del misticismo que siempre ha buscado el ser humano. Ayudan a
expandir la personalidad. La máscara es parte del mito y del rito que inicia
cuando comenzamos a vestirnos para la pelea: la venda, las mallas, la cinta de
aislar, la oración que hacemos antes de cada combate, dependiendo de nuestra
religión_ completó el lance El Caballero
de la Muerte.
_Pero cuando nos bajamos del ring y nos quitamos la máscara,
todo vuelve a ser como antes. Nos volvemos a ocupar de nuestras cosas, porque no vivimos de la lucha libre. A
quienes se dedican profesionalmente a la lucha y ya se consagraron, les va
bien, pero como local es muy poco lo que se gana, por eso muchos son
comerciantes, dan clases o trabajan en seguridad privada_ comentó el Príncipe
Negro.
Caballero de la Muerte y Rigo Cisneros |
Y su afán por hacer rentable el negocio de los tacos de
canasta demuestra su dicho. Aunque su lucha por la vida no comenzó en 2010,
como dice la leyenda de la entrada. Esa batalla inició mucho más atrás, en el
singular barrio de Tepito de la Ciudad de México, de donde es originario. Ahí desde muy joven desempeñó distintos trabajos, hasta que llegó
a tocar guitarra para El Cobarde, uno de los valientes luchadores que
estrenaron en México la modalidad “Torneo de la muerte”.
De ahí a subirse al ring no hubo mucho que esperar, peleo en
algunas arenas de la capital. Luego se
enamoró de una oaxaqueña y emigró con ella hacia ese estado del sureste
mexicano, donde conoció al Príncipe Negro, ahora Caballero de la Muerte, su
primo político.
Ricardo Javier Castillo Peña, primero se hizo llamar El
Príncipe Negro y peleaba enmascarado, pero en una Ruleta o Torneo de la Muerte,
una batalla campal entre varios luchadores, perdió por descalificación.
Luego de tres años pueden volverse a enmascarar, nos
explicó, pero, al pasar ese periodo, el ya había adoptado el nombre de
Caballero de la Muerte, con el que retomó su carrera luchando con El Hijo del
Santo. Por eso le heredó aquel nombre a
Víctor Manuel.
Así, a sus cuarenta y cinco años, Castillo Peña sigue arriba
del ring, contándose entre los pocos que después de desenmascarados siguen
dando batalla.
_Llegamos hasta donde las lesiones nos dejen. No hay edad
para este deporte. Ahí está Rigo Cisneros con sus setenta años y aún vigente.
Pero hace unos días tuvimos la desgracia de que un mal golpe dejara paralítico
a un compañero de veinte años y aquí está El Zombi también, _ dijo señalando al chico a su lado, un jovencito a quien
le aplicaron “La desnucadora” y sufrió un edema cerebral que lo tuvo en coma
algunos días.
La lucha no es fácil, al igual que la vida. Tiene mucho de
teatro, pero no admite falsedad. Al
público no se le puede engañar, sentenciaron los dos púgiles que luego de
abrirnos un poco su mundo se van cada uno a seguir su lucha diaria. Víctor
Manuel a seguir la venta de tacos de
canasta que él mismo prepara y Ricardo al gimnasio de enfrente, donde en sus
ratos libres enseña a luchar sin cobrar. “No lucro con la lucha”, asegura.
en donde se estableciomla arena del luchador angel naci
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