Por Marco Lara Klahr
Entre respetar a sus audiencias y servir al gobierno de Miguel
Alonso Reyes, un puñado de dueños de medios informativos zacatecanos
liderado por Luis Enrique Mercado optó, como resulta previsible, por lo
segundo. Y es obvio, porque en México el común de las empresas de
noticias no ha sido capaz de superar la etapa de codependencia con el
poder político —que puede llegar a actos de servilismo.
El 11 de febrero [2013], en un acto público, firmaron con el gobernador la iniciativa «Por nuestra imagen»,
una suerte de acuerdo estatal de medios en el que, básicamente, se
comprometen, precisó el empresario y político Mercado —dueño de los
diarios regionales Imagen y El Centinela,
este último un tabloide sensacionalista— a: 1) no publicar en primera
plana noticias sobre hechos violentos, sangrientos o delictivos, ni los
referentes a la delincuencia organizada; 2) confinar estos a la sección
de «Seguridad», y 3) destacar, claro, desplegadas en portada, las
acciones gubernamentales contra la delincuencia.
Lo que persiguen, abundó Mercado, es contribuir a cambiar la
percepción que se tiene de Zacatecas como un estado con violencia
generalizada, dominado por organizaciones delictivas, pues, según él,
esta es una imagen injusta, del pasado, en tanto que actualmente ni
siquiera ocurren ya extorsiones. Todo eso terminó, dijo.
La nota del día siguiente [febrero 12] que informa del acto protocolario y el acuerdo apareció con un encabezado revelador: «Imagen no publicará en la primera plana notas rojas»
[sección «Capital», página 3]. Exhibe la mentalidad decimonónica
imperante todavía hoy en las redacciones de medios y entre el grueso de
los periodistas.
Cuando menos desde 1942, después de que los intelectuales y
científicos integrantes de la Comisión Hutchins crearon en la
Universidad de Chicago la Teoría de la Responsabilidad Social de los
Medios, en el mundo los debates sobre el papel social de los medios se
han enfocado en el tema de las libertades de información y expresión.
Con esta y otras bases, la sociología de la comunicación ha producido
teorías y escuelas de pensamiento sobre violencia y delito en las
noticias, y su consecuencia colectiva.
A estas alturas, pues, considerar como sinónimos periodismo de «nota
roja» y «periodismo policial y judicial» es retrógrado. Pero,
desgraciadamente, útil también para servir al poder desde las empresas
mediáticas y sus políticas editoriales, como lo muestra «Por nuestra imagen» —versión manida de aquello mismo que han terminado siendo los violados, fracasados y olvidados Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad [agosto 2008], Carta-Compromiso de Boca del Río [noviembre 2009], Acuerdo por la Discreción [octubre 2010] y Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia [marzo 2011].
La «nota roja» es un enfoque de aproximación noticiosa a los
conflictos, la violencia, el delito, la seguridad y la justicia penal
desarrollado por la prensa industrial a lo largo del siglo XIX,
caracterizado por una perspectiva moralista, alarmista, criminalizante,
descontextualizante, discriminatoria, machista y, en la actualidad,
anacrónica.
El periodismo policial y judicial, en cambio, es una especialidad
profesional —si bien escasa en México— que ahonda en el origen
estructural de los conflictos y la violencia, y presenta hechos y
personajes en su adecuado contexto, respetando la dignidad, la imagen y
otros derechos de los protagonistas de las noticias, sin alarmismos.
Sería un hito que en México los medios periodísticos excluyeran de
sus políticas editoriales, de una buena vez, la «nota roja». Pero no se
vislumbra que lo hagan, en virtud de que es súper barato y rentable
llenar páginas y noticieros de información «chatarra» obtenida de
conferencias y comunicados de prensa oficiales, presentaciones de
detenidos, montajes y escenas del crimen manipuladas previamente por la
autoridad, averiguaciones previas y retazos de expedientes judiciales.
Del mismo modo, pretendiendo creatividad y buena fe los empresarios zacatecanos signantes de «Por nuestra imagen» anuncian que seguirán vendiendo «notas rojas», pero a escondiditas. Vaya política editorial de clóset.
Será verdadera causa de regocijo colectivo el día que los empresarios
de medios mexicanos anuncien individual o colectivamente iniciativas
autorregulatorias basadas en derechos, donde se comprometan a establecer
políticas editoriales que respeten expresamente el debido proceso penal
y la presunción de inocencia, y los derechos de la personalidad
—dignidad, intimidad, no discriminación, no tratos crueles o degradantes
y protección de datos personales, entre muchos otros.
Asociado a funcionarios públicos, el crimen organizado ha provocado
en la última década una ola de autocensura a través del país; regiones
enteras afectadas por un «apagón informativo». Pero iniciativas del tipo
de «Por nuestra imagen»
son peores porque significan la claudicación de la prensa y los
periodistas frente al poder político, no por razones de sobrevivencia,
sino de rentabilidad empresarial.
¡Qué linda se verá Zacatecas, y qué pacífica, ahora que Mercado nos prestará sus ojos!
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