Me
escondo de los poetas, evito pasar frente a ellos,
sólo leo sus versos, no deseo compartir el pan
ni la sal con ninguno, todos son ingenuos, solitarios,
falsos portadores de la palabra; y si no me equivoco,
llevan la tristeza a todas partes, la tienen pegada como una costra,
caminan como si arrastraran una larga cobija con la que no podrán taparse nunca.
sólo leo sus versos, no deseo compartir el pan
ni la sal con ninguno, todos son ingenuos, solitarios,
falsos portadores de la palabra; y si no me equivoco,
llevan la tristeza a todas partes, la tienen pegada como una costra,
caminan como si arrastraran una larga cobija con la que no podrán taparse nunca.
Yomero
Jesús Rito García
Imagino que su primera reacción es taparse la nariz
y darle la vuelta, cruzarse la calle y alejarse lo más pronto posible. Tanto el
olor, la putrefacción del animal muerto y saber que se encuentra tirado en la
calle ya le provocan repugnancia. Lo primero que piensa es, ¿quién lo fue a
tirar allí? O, mínimo que le pongan cal para que no huela tan feo.
Esa puede ser una reacción bastante salvaje, pero
si lo dice Lawrence, habremos de creerle, aunque eso haya sucedido por allá de
1927.
He conocido perros suicidas, de esos que ya no
esperan nada de la vida. No lo dude, también entre los animales existen ese
tipo de reacciones. Son perros que prefieren morir atropellados. Salen de casa
después de alguna canallada de su amo, del olvido en que los han tenido y en
cuanto ven un auto por la calle se arrojan sin dudarlo. En sus ojos se ve esa
infinita tristeza.
Los perros muertos tirados en la calle, después de
ser atropellados causan repugnancia como cualquier
cuerpo en estado de putrefacción. Qué podemos hacer. En cuanto quedan embarrados en
el asfalto, y se ven las vísceras desparramadas, la gente primero se lamenta,
hasta llora (no sucede con todos) o hace el intento, quizá sólo se acongoja;
después salen despavoridos, pensando que venga el señor de la limpieza y se lo
lleve al basurero municipal.
Así como sucede con los perros muertos, también
sucede lo mismo con los poetas. Padecen del mismo mal, sólo que el problema de
ellos es que sucede en vida, no de muertos. Ya muertos es otro cantar, hasta
les hacen estatuas y los niños en el colegio leen sus poemas. Pero mientras
viven, la gente no quiere ni acercárseles, huyen en cuanto los ven. Saben que
no traerá nada bueno hablar con un poeta. Bueno, eso es debido a los malos
antecedentes, ya saben, de esos pedantes y altaneros que creen que ser poetas
es llevarse de piquete de ombligo con dios, que calumnian a los jóvenes porque
piensan que sólo lo que ellos hacen es válido y creen poder dar consejos.
Aunque también la gente huye de los poetas porque
verlos a poca distancia ya les causa escozor, malestar y repugnancia. En algún
evento cultural, seguramente los poetas serían los encargados de arruinarlo,
son tan buenos para eso.
Imaginemos un festival cultural, de esos que
organizan por aquí, donde poner a un mariachi, a unos payasos y bailes
regionales ya es educar a las personas. Pues bueno, en unos de esos festivales
también invitan a unos poetas a leer. Sin dudarlo, comenzando con los bailes,
después con los payasos, ya aseguras un público bastante numeroso, seguramente
las personas se arremolinan para escuchar los chistes, para reírse un poco, y
pasar un buen rato en familia; después, cuando comienza a cantar el mariachi,
es la parte más álgida, la catarsis del evento. Las personas están felices escuchando
sus canciones favoritas, los enamorados se emocionan y se juran amor eterno…
Termina el mariachi, la gente grita al unísono:
oootra, oootra, oootra…
Después vienen los poetas, son anunciados con bombo
y platillo...Entonces, el público se marcha, es su primera reacción. Comienzan
a leer, y el porcentaje de personas, que ya era mínimo, también se va. Parece
que acabaran de ver a un perro muerto, así es como reaccionan ante la lectura
de poesía. Como segunda estrategia, para que el foro no se quede vacío por
completo, los organizadores obsequian libros. Pero ni con eso las personas se
acercan… no les interesa un libro, mucho menos escuchar a los poetas.
Así terminará el evento, en un absoluto silencio.
Los aplausos sólo quedan en el ambiente, de aquellos que fueron lanzados a los
payasos y al mariachi.
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