Por Renato Consuegra / *
México, D. F., a 18 de mayo de
2012.- Activista social desde el espacio
que se creó dentro de la literatura, Carlos Fuentes era pesimista sobre el
futuro de México. Las tentaciones autoritarias que hoy día nos abruman, eran
para él una constante. Conocedor y apasionado del poder desde su nacimiento
—hijo del diplomático Rafael Fuentes Boettiger, también fue embajador de
México—, sabía que el presente estaba lejos de ser aquella democracia de corte
europeo por él soñada, cuando hablaba de la posibilidad de contar con dos
partidos: uno socialdemócrata y el otro demócrata cristiano.
Varias ocasiones reiteró en entrevistas que no había rumbo en el país y, por tanto, avizoraba el peligro de que los cauces institucionales se desbordaran.
Varias ocasiones reiteró en entrevistas que no había rumbo en el país y, por tanto, avizoraba el peligro de que los cauces institucionales se desbordaran.
Era tal su inquietud que en su discurso en la Feria
Internacional del Libro de Guadalajara en 2007 expresó lo siguiente: “La
literatura es un estorbo para el orden establecido, pero es una esperanza en
los mundos por establecer. Es, en su presente perpetuo, una afirmación de la
vitalidad de las culturas.
“Porque en toda sociedad la literatura aporta imaginación
y aporta palabra. No creo que sociedad alguna pueda vivir sin imaginación y sin
palabra. Pero si en las sociedades que se llaman democráticas la imaginación y
la palabra pueden ser objeto de indiferencia, o de perversión a fin de
restarles importancia, en los regímenes totalitarios la imaginación y la
palabra son objeto de persecución devolviéndoles toda su importancia.
“Porque la palabra y la imaginación pueden incomodar, y
de eso no cabe la menor duda, pues la literatura es pluralista en sociedades
que a veces sólo invocan la pluralidad en ceremonias públicas o a la hora de
las elecciones. Porque la literatura es atenta, nos obliga a prestar atención
en un mundo a menudo distraído. Y la literatura atenta es un atentado contra
las buenas costumbres, la hipocresía y los sepulcros blanqueados”.
Es muy interesante recuperar el fragmento donde apunta
que en las sociedades llamadas democráticas la imaginación y la palabra pueden
ser objeto de indiferencia mientras en las totalitarias se les devuelve la
importancia al ser perseguidas.
Finalmente, abogaba para que la sociedad tomara su rol
dentro del Estado y defendiera las libertades antes de ser violentadas. Si en
La Muerte de Artemio Cruz nos desveló las formas y costumbres a través de los
cuales se formó el Estado mexicano moderno, en Todas las Familias Felices
otorgó el privilegio de la voz a los silenciados de México que pudieran ser de
cualquier parte de América Latina.
Aludió a los temas actuales de la sociedad mexicana: la
corrupción, la inacción social, el machismo, la abnegación como opción de vida
de las mujeres, la gran trampa de la religiosidad popular, la violencia
delincuencial, la idea de que nada tiene remedio, las parejas gays y la tentación.
Mantenía latente su interés por que a través de la
imaginación y la palabra se lograra la ciudadanización, es decir, la
participación activa de la sociedad; el poder es de ésta y no de una élite
política que se lo apropia frente a la inacción social, decía.
“El poder es una cobardía, es nuestra cobardía, quería
decir Augusta en voz alta y no se atrevía porque la asaltaba la convicción de
que sus hermanas no entenderían sus palabras. Y tampoco las merecían.
“El poder es una cobardía porque no nos atrevemos a ser
poderosos. El poder es la papa caliente que tenemos que pasarle a un pobre
individuo inerme, desnudo, mediocre, sin imaginación, espiritualmente desolado,
un ser estúpido al que ungimos con la corona y cubrimos con el armiño que
nosotras mismas no nos atrevemos a usar.
“Lo malo es que una vez que le entregamos el cetro, el
escogido se cree de verdad poderoso. No sabe que su fuerza es prestada, la
asume sin responsabilidad porque los responsables somos nosotras. Ya no podemos
reemplazar al jefe, sólo matándolo. Colgándolo de las patas en una plaza
pública, arrinconándolo como a una rata en un patio sombrío. Condenándolo al
olvido en lo más alto de una prisión cargada de goteras y privada de palabras”.
Ese fue el Fuentes activista social, la literatura se lo
permitió y la utilizó.
Feliz Viaje.
E-mail: renatoconsuegra@yahoo.com.mx
Twitter: @renatoconsuegra
Facebook: renatoconsuegra
(*) Esta columna fue publicada en los diarios El Economista, La Crónica, Rumbo de México y La Crisis entre 1997 y 2006. Hoy regresa en el portal La Otra Opinión de Ricardo Alemán (http://www.ricardoaleman.com.mx), inicialmente lunes y miércoles. Renato Consuegra es ganador del Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí y director de Difunet y Campus México.
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