En la confluencia de las tres ramas del valle, asiento de la violencia
no percibida, de la corrupción, de la pobreza hecha folclor.
Ninfa Sabina R. García
Por Jesús Rito García
Zancudos de Zaachila. Foto: Blanca Padilla |
Si
te encuentras fuera de tu país, es maravilloso toparse con cualquier
motivo que te lo recuerde. Ir por una calle extraña y ver la imagen de
un chile con un sombrero, un charro “mexicano”, la palabra “taco” o que
alguien te diga que le encanta el guacamole. Pero eso no es nada a
cuando te dicen que conocen tu estado, por ejemplo, que estás en una
reunión y alguno de tus conocidos hace mención de un estado que se llama
"Oaxaca". Lo primero que haces es saltar de gusto y no parar de hablar
de tu pueblo, de tu “cultura”, de tu “folclor”.
El
problema puede ser que aburras a todos, pero que tiempo después quieran
venir. Eso casi siempre sucede y en verdad que Oaxaca es un lugar
obligatorio para cualquier turista que visite México.
Oaxaca es un lugar lleno de tradiciones y cultura. Desde el periodo prehispánico, los pueblos que se asentaron en esta zona del territorio de lo que hoy llamamos México, eran grandes artistas de la orfebrería y la cerámica. Culturas que tenían un conocimiento de la agricultura y la astronomía bastante avanzados para su tiempo. Cosa que parece se nos ha olvidando por completo.
Oaxaca es un lugar lleno de tradiciones y cultura. Desde el periodo prehispánico, los pueblos que se asentaron en esta zona del territorio de lo que hoy llamamos México, eran grandes artistas de la orfebrería y la cerámica. Culturas que tenían un conocimiento de la agricultura y la astronomía bastante avanzados para su tiempo. Cosa que parece se nos ha olvidando por completo.
Ahora
resulta que el arte de la cerámica sólo es artesanía para sobrevivir,
la orfebrería es un oficio casi olvidado… Ahora sólo tenemos riqueza
cultural y pobreza económica. Pero como todo en este mundo capitalista
se debe vender, pues vamos a vender pobreza, la vestimos de Triqui, de
Tehuana, de las demás culturas y las subimos a un cerro a bailar y
decimos que es una tradición antiquísima… Que si bien los trajes son muy
bellos, pero lo que no es muy agradable es utilizarlos como tarjeta
postal todo el tiempo. La visión gubernamental, no sólo de ahora, sino
desde hace mucho tiempo ha sido vender a Oaxaca como espacio de
esparcimiento, diversión y tranquilidad. Invitan a los grandes
empresarios a que vengan a utilizar sus espacios públicos, como Santo
Domingo, El Jardín Etnobotánico, el Palacio de Gobierno, la biblioteca
Burgoa, entre otros, para que realicen sus convenciones, sus congresos,
sus fiestas. Todo esto para recibir fuertes derramas de dinero que
ayudarán a nuestro estado a salir de la pobreza y bla, bla, bla...
Es
muy bueno, que se genere riqueza desde Oaxaca, riqueza que al final
queda en muy pocas manos; aunque nadie niega que si llegan turistas de
este tipo se llevarán algún alebrije, una ollita de barro negro de San
Bartolo, un tapete de Teotilán; pero no pasa de eso. No pasa de obtener
un poco de dinero para mitigar la pobreza. Además, sabemos que son muy
pocos pueblos los que hacen artesanías, todos los demás hacen hijos e
hijas que se convertirán en mano de obra barata en los Ángeles u otro
estado de la Unión Americana, y las hijas serán las criaditas de la
capital, las que darán a luz hijos que serán regalados. Así de ruda es
nuestra realidad Oaxaqueña, es la que no aparece en los espectaculares
ni en las guías turísticas. Esas historias sólo se encuentran escondidas
en las tesis de algunos estudiantes de antropología y en los archivos
de alguna organización social que el día de mañana los utilizará para
exigir dinero al gobierno y se plantará frente a Palacio para pedirle al
gobernante en turno que les regale cosas, que les compre camionetas y
armas para seguir con su lucha social.
Imaginemos
a un Oaxaca en dondo no solamente hay chicas vestidas con trajes
típicos ofreciendo las pruebas de mezcal a los asistentes durante las
grandes convenciones. Sino que veamos a oaxaqueños y oaxaqueñas
brindando ponencias, siendo los expertos en los temas económicos,
culturales, científicos, o de cualquier índole relacionado con la
investigación. Imaginemos a expertos en temas sociológicos en una mesa
dictada en zapoteco o en mixe con traductores para los asitentes que no
saben estos idiomas locales. Imaginemos ver en los programas
universitarios la enseñanza del mixteco, como lo es el inglés y el
francés.
Creo
que podemos imaginar muchas cosas, pero para acercarnos un poco a esa
distante realidad, debemos dejar de ver esta pobreza y falta de
educación, como el único trampolín económico de Oaxaca.
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