Por David Bacon
Cuartoscuro, junio/julio, 2013
http://cuartoscuro.com.mx/2013/05/ejemplar-no-120/
¿Pueden los fotógrafos ser partícipes de los eventos
sociales que documentan? Hace 80 años, la interrogante habría parecido
irrelevante en las convulsiones políticas de los años 30, tanto en México como en
los Estados Unidos. Muchos fotógrafos eran activistas políticos y vieron su
obra íntimamente ligada a las huelgas de los trabajadores, la revolución
política o los movimientos a favor de los derechos indígenas.
Hoy, lo que fue un vínculo obvio es visto con frecuencia como un peligroso conflicto de intereses. La política pone en jaque al arte. Los fotógrafos deben ser objetivos y neutrales, o al menos mantenerse a una distancia de la realidad que plasman en la película o en la tarjeta de memoria.
En el número pasado de la revista, se analizó la experiencia
de los fotógrafos norteamericanos a raíz de la aparición del libro This Light
of Ours, Activist Photographers of the Civil Rights Movement (Esta nuestra luz,
Fotógrafos activistas del movimiento de los derechos civiles). El presente
artículo habla del caso mexicano, con base en la exposición Photography in
Mexico (Fotografía en México) exhibida en el Museo de Arte Moderno de San
Francisco.
Los fotógrafos en México lidiaron con las mismas decisiones.
Las historias de la fotografía en Estados Unidos y en México -sin mencionar
nuestros movimientos sociales- comparten paralelos importantes. En México
también se volvió más conservador el entorno político, lo que limitó el
desarrollo de la fotografía documentalista social, de manera muy parecida a
como se dio en Estados Unidos en los mismos años.
La exposición Fotografía en México presenta un recorrido
histórico, iluminando la forma en que la fotografía de inspiración política de
los años 20 y 30 se volvió menos directamente vinculada con los movimientos en
ese país a favor del cambio social. Sin embargo, los movimientos de los 60, y
otros más recientes relacionados con el desplazamiento y la migración, vuelven
a forjar ese vínculo también en México.
Zapatistas en Sanborns, Agustin Casasola, Mexico DF, 1914.
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La fotografía documental social inicia con las fotografías
de la Revolución de Agustín Casasola. Aunque en muchas imágenes se ve a los
soldados y los enfrentamientos, algunas servían para poner en marcado relieve
la fuente del conflicto. Una de las más famosas muestra a soldados campesinos
comiendo en el elegante restaurante Sanborn's, atendidos por meseras en
delantales, más acostumbradas a atender a los ricos de la Ciudad de México. La
Revolución puso de cabeza al antiguo orden social. Los humildes perdieron su
humildad y tomaron su lugar en la barra de comida de los ricos, quienes no
aparecen por ningún lado en la fotografía.
En ese entonces, Casasola realmente no se consideraba
partidario de un bando, pero su comprensión de las causas sociales de la
Revolución le dio el discernimiento que derivó en la imagen.
Dos décadas inmediatamente después de la Revolución se
inició con un rechazo a las antiguas tendencias fotográficas que retrataban a
México como tierra de un pueblo indígena "exótico" o que se
concentraban en el estilo pictórico europeo. La crítica modernista recibió un
impulso con la llegada de Edward Weston y Tina Modotti a principios de los 20.
Modotti, en particular, se alió con los muralistas radicales Diego Rivera,
David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco. Nacida en Italia y criada en San
Francisco, Modotti logró emerger de la sombra de Weston en la Ciudad de México
y se volvió mucho más abiertamente política, colocando su fotografía al
servicio del Partido Comunista de México y al gobierno en ese entonces
izquierdista del país.
Mientras que produjo un acervo importante de obra
documentalista, también tomó fotografías con la intención específica de
promover su objetivo de inspirar una conciencia política izquierdista. Buscaba
vincularla con el nacionalismo mexicano como se venía redefinido en los años
posrevolucionarios. En una imagen, hermana a la tradicional hoz y martillo
comunista con un sombrero como los usados por los zapatistas, casi diciendo que
la ideología es, o puede ser, mexicana.
Bandolera, maiz, guitarra, Tina Modotti, Mexico DF, 1927 |
Enseguida, abandona a la hoz y el martillo y produce una
imagen que emplea símbolos culturales y revolucionarios mexicanos: la mazorca
de maíz, la guitarra y la cartuchera. Ambas imágenes son testimonio de su
profundo conocimiento y maestría de la técnica fotográfica. Con el tiempo,
desafió el paradigma moderno que vería a los activistas renunciar a sus
ideologías políticas en aras de su arte, al renunciar por completo a la
fotografía y trasladarse a España durante la Guerra Civil Española para evacuar
a los refugiados del fascismo.
En la muestra estaban también las fotografías de Manuel
Álvarez Bravo, quien se convirtió en fotógrafo durante el fermento cultural y
político en el que estaba activa Modotti. La exhibición incluye su Obrero en
huelga, asesinado, que retrata la violencia de la zozobra social de la época.
Sin embargo, Álvarez Bravo no era un militante político o activista/fotógrafo
como Modotti. En su larga trayectoria combinó obra documentalista, surrealismo,
desnudos fotográficos y otros géneros. Lola Álvarez Bravo, su primera esposa,
también se convirtió en una pionera al documentar las raíces culturales
indígenas del país, utilizando un estilo realista para combatir el
"exoticismo".
Otra fotógrafa nacida en Estados Unidos, quien pasó su vida
en México y se convirtió en una figura destacada en las artes gráficas y la
fotografía, fue Mariana Yampolsky. Se
convirtió en la primera mujer en el Taller de Grafica Popular, un proyecto
antifascista iniciado a fines de los años 30 por Leopoldo Méndez, Pablo
O'Higgins y Luis Arena.
Yampolsky era socialista, tenía vínculos estrechos con el
Partido Comunista de México y trabajó muchos años en la Secretaría de Educación
Pública, durante el tiempo en que estaba dotado de educadores progresistas
comprometidos con llevar escuelas y alfabetismo a las áreas rurales,
particularmente las indígenas.
Un linotipo de un hombre gordo exprimiendo sangre de un
trabajador se titula El monopolio sabe cómo exprimir hasta el último centavo al
trabajador. Publicó libros de arte e infantiles, incluyendo libros de texto
escolares, y documentó la vida en las comunidades indígenas con un estilo
realista, lo que influyó en Graciela Inturbide y Flor Garduño.
Martel, Mariana Yampolsky, Mexico, 1968 |
"Me interesa la gente", dijo Yampolsky. "Si
tengo que definir mi fotografía, diría que la calle es mi estudio". Una de
las fotografías más conocidas en esta exhibición, Martel, muestra una estación
de tren en desuso, medio vagón de ferrocarril, junto a vías desoladas que
llevan a la nada en la distancia. La composición tiene el fuerte estilo gráfico
que exhibe su pericia como grabadora, al concretar la realidad con sólo unos
cuantos elementos parcos.
Data de los años en que aún existía en México el servicio
ferroviario de pasajeros, pero queda claro en la imagen que ningún tren se
detendrá en esta estación en un paraje abandonado. Aunque los trenes de
pasajeros desaparecieron en México en la era moderna de libre comercio, la
imagen evoca las problemáticas actuales de la migración: la pobreza y el
desplazamiento rural.
A medida que los movimientos sociales radicales en México
eran absorbidos o reprimidos por el gobierno, la habilidad de los fotógrafos
para mantener lazos con ellos también se vio mermada. Un creciente
conservadurismo rompió lentamente el vínculo entre los fotógrafos y los
sindicatos radicales y los partidos políticos.
A pesar de ello, algunos fotógrafos mexicanos continuaron
utilizando la fotografía para documentar la amarga realidad social que yacía
bajo el optimismo oficial. La obra de Nacho López, Héctor García y otros se
rebeló contra retratar júbilo falaz o explotar a las culturas indígenas
prehispánicas como oferta exótica para turistas y europeos. López comentó
célebremente que "la fotografía no tiene el propósito de adornar las
paredes como arte, pero fuera de hacer obvia la crueldad ancestral del hombre
contra el hombre, es la grandeza de su amor por las cosas y las cosas de todos
los días".
Altos hornos, Fundidores de Monclova, Coahuila, Hector Garcia, 1960 |
García, quien murió el año pasado a los 89 años, utilizó la
fotografía como una manera de ayudar a los movimientos sociales disidentes a
romper la pared del silencio oficial. Se tornó activista en los años 30, al
tomar fotografías de las protestas sociales en las que también participaba, y
llegó a fundar un periódico que publicaba sus imágenes de marchas
estudiantiles. En su foto de dos soldadores, los lentes oscuros y el trapo
envuelto alrededor de la nariz y boca, son su única protección contra las
chispas y las emanaciones.
En 1958, cubrió la huelga ferrocarrilera que llevó al
encarcelamiento de sus líderes Demetrio Vallejo y Valentín Campa. Cuando el
muralista David Alfaro Siqueiros fue apresado en 1960 en el apogeo de la
depuración anticomunista en México, García tomó una famosa imagen de él
mostrándolo con la mano alzada, detrás de las rejas del Palacio de Lecumberri.
"Lo que he hecho prácticamente toda la vida",
explicó en alguna ocasión, "es ser testigo y hacer testimonios gráficos de
los movimientos y las luchas de las clases sociales en México. Esto continúa
siendo el motivo más importante que tengo para hacer fotografía".
La misma Iturbide, quien posteriormente ganaría renombre por
sus imágenes de la cultura indígena -particularmente con Nuestra Señora de las
Iguanas- tenía raíces en la fotografía vinculada con la izquierda política. En
1973, viajó a Panamá para fotografiar al General Omar Torrijos, el radical que
finalmente acabó con el control estadounidense del Canal de Panamá.
"Fui invitada por gente cercana al Partido Comunista
para participar en un Congreso de la Paz que se celebraría allí... Yo acababa
de iniciarme como fotógrafa y en esa época estaba particularmente interesada en
mostrar aspectos de la cultura indígena".
Inició una serie de viajes a comunidades rurales panameñas,
al igual que una relación con Torrijos que terminó cuando éste murió en un
accidente aéreo misterioso. Con el tiempo, la obra de Iturbide documentando la
cultura indígena le ganó reconocimiento mundial.
Sin embargo, con el tiempo, el vínculo entre fotógrafo y
movimiento social se volvió tan difícil en México como en Estados Unidos. Pero
entonces, en 1968, estudiantes resultaron muertos a tiros en la Plaza
Tlatelolco. El suceso cimbró a la sociedad mexicana de manera similar a como lo
hizo en Estados Unidos el ver a manifestantes siendo atacados por perros y por
el agua de mangueras contra incendios en el sur estadounidense. La perspectiva
de muchos de los fotógrafos del país fue forjada por ese suceso y lo que le
siguió. Exposiciones de fotografías, como las de estudiantes dejados en paños
menores frente a soldados tras la masacre, aún recorren México, y una enorme
marcha honra anualmente a los jóvenes caídos.
Sin embargo, la exhibición pasa por alto a muchos de los
fotógrafos e imágenes de esta generación, como Pedro Valtierra, fundador de
Cuartoscuro, la destacada revista de fotografía mexicana. El realismo es
representado por los inmensos paisajes urbanos aéreos de Pablo López Luz, la
documentación de los excesos de los ricos por Yvonne Venegas y Daniela Rossell,
y los luchadores de Lourdes Grobet. Sin embargo, es un realismo de un estilo
más distante, menos conectado a los movimientos a favor del cambio social que
se han dejado sentir en México en las últimas décadas.
Las imágenes del fenómeno que ha formado hoy la conciencia
mexicana más que casi cualquier otro -la migración al norte de la frontera del
11 por ciento de su pueblo- pertenecen en su mayoría a fotógrafos
estadounidenses más que mexicanos. Una nueva generación de fotógrafos indígenas
mexicanos, gente como Leopoldo Peña y Miguel Bravo, laboran de ambos lados de
la frontera, al igual que fotógrafos estadounidenses como David Maung,
Francisco Domínguez, su servidor, y afortunadamente muchos otros más.
Hoy, el debate sobre la misión de la fotografía
documentalista y su contenido con frecuencia pasan a segundo plano ante la
discusión de su forma y técnica. Sin embargo, muchas de las técnicas
fotográficas pioneras del último siglo surgieron de fotógrafos socialmente
comprometidos en busca de nuevas formas para captar la atención de su público
La crisis social de nuestra era hace un llamado a una
redefinición similar de qué puede y qué debe documentar la fotografía. Lo que
está ausente de la fotografía estadounidense de corriente principal no es tanto
el retrato de la impactante realidad social, sino el sentido de que se puede
cambiar la sociedad y una visión de qué forma podría tomar ese cambio. La
fotografía documental ha dejado de ser didáctica. Está alejada, el fotógrafo
mira las contradicciones y, en ocasiones la hipocresía, desde una distancia.
El libro This Light of Ours y el contexto histórico
presentado por Photography in Mexico nos muestran una alternativa:
involucramiento y compromiso social, practicado por fotógrafos de ambos lados
de la frontera en diferentes periodos.
Las imágenes no son un ejercicio en nostalgia, pero deben
provocar un discurso entre los fotógrafos documentales sobre el contenido de su
labor y su relación con los movimientos sociales de nuestra era. Los
movimientos de la actualidad son complejos pero el racismo está vivito y
coleando, la desigualdad económica es mayor hoy que en el último medio siglo, y
la gente está luchando por sobrevivir.
Y está sucediendo aquí, no en países a una distancia segura,
al otro lado del mundo.
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Coming in 2013 from Beacon Press:
THE RIGHT TO STAY HOME:
Ending Forced Migration and the Criminalization of Immigrants
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DISPLACED, UNEQUAL AND CRIMINALIZED - A Report for the Rosa
Luxemburg Foundation on the political economy of immigration
http://www.rosalux-nyc.org/displaced-unequal-and-criminalized/
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David Bacon Discusses Worker Safety Amid Tragedy in
Bangladesh Factory -
CCTV America
http://www.youtube.com/watch?v=F0bwqU3ZED4&feature=youtu.be
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