Por Blanca Padilla
Una golondrina no hace verano suele decirse, pero también se dice que para muestra basta un botón. Eso es justo lo que expondré a continuación: una pequeña muestra de cómo se aplica en México la Evaluación Nacional de Logro Académico en Centros Escolares (ENLACE).
Nezahualcóyotl fue el municipio donde tuve oportunidad
de participar como observadora en una escuela secundaria durante la aplicación de dicha prueba y lo
que vi me dejó indignada, apesadumbrada, consternada.
La carrera por la
modernización y la calidad educativa comenzó en nuestro país desde la época de
Miguel de la Madrid, en los años ochenta del siglo pasado, y vio sus primeros
frutos en el periodo de Carlos Salinas.
Desde entonces,
hemos visto desfilar programas y pruebas para medir la calidad de escuelas,
alumnos y profesores, como si se tratara de productos a los que se debe
calificar para determinar si son aptos o no para su venta en el mercado global.
Las pruebas
estandarizadas, por estas y otras razones como su carácter impositivo, nunca han
sido bien recibidas y menos entendidas por los maestros y alumnos, ya sin
hablar de los padres de familia. En Oaxaca de plano los maestros no las aceptan
y hacen bien, seguramente actúan con mayor honestidad que quienes, a su
modo, las aplican.
Retomando la
historia, primero tuvimos el salinista Programa para la modernización educativa, que desencadenó
la descentralización de la educación en el país y, ya en el periodo de Ernesto
Zedillo, la creación del Ceneval, una forma estandarizada de evaluación para profesionistas, con lo que nos
sumamos a la corriente de medición de calidad impuesta por Estados Unidos, vía
el Tratado de Libre Comercio (TLC).
Y a partir de ahí, como menciona el fotoreportero David
Bacon en el reportaje US-Style School Reform Goes South, Reformers aretargeting Mexican teachers, wielding tests as a weapon. Sound familiar?, México se ha encargado de copiar estas
medidas neoliberales de Estados Unidos, aunque en ese mismo país tales
estrategias tengan opositores.
Esto fue el
principio, después vino Carrera Magisterial, un programa de estímulos para docentes que solamente ha servido para
dotar de más privilegios a unos cuantos,
y últimamente la prueba Enlace cuyo propósito, de acuerdo con el Instructivo
para padres observadores del proceso de aplicación, es: “obtener información
valiosa para mejorar la calidad de la educación que reciben los niños y las
niñas de todas las escuelas del país”.
De manera más
amplia la SEP informa:
“El propósito de ENLACE es generar una sola escala de
carácter nacional que proporcione información comparable de los conocimientos y
habilidades que tienen los estudiantes en los temas evaluados, que permita:
- Estimular la participación de los padres de familia así como de los jóvenes, en la tarea educativa.
- Proporcionar elementos para facilitar la planeación de la enseñanza en el aula.
- Atender requerimientos específicos de capacitación a docentes y directivos.
- Sustentar procesos efectivos y pertinentes de planeación educativa y políticas públicas.
- Atender criterios de transparencia y rendición de cuentas."
En otras
palabras, la prueba Enlace no es para saber si los niños son de 10 o de 5, sino
para que, con base en los resultados, los maestros se pregunten: “por qué
fallaron en esto o en aquello, por qué aún no tienen bien aprendidos estos o
los otros conceptos, qué estoy haciendo mal o qué estoy haciendo bien, cómo
puedo remediarlo, qué estrategias debo aplicar”.
No obstante los
maestros, para omitir este segundo paso, porque es el que implica trabajo, han informando lo que repiten los medios, que
el único propósito de la prueba es calificar el desempeño de los alumnos.
Así, con el objetivo
de evitar revisar sus procesos pedagógicos, hacen todo lo posible para que los
estudiantes obtengan los mejores resultados. En algunos casos, manipulando el
proceso.
Por lo menos eso percibí
en la escuela donde estuve como observadora, donde registré las siguientes
irregularidades:
1. La más grave:
director y maestros advirtieron a los alumnos que la prueba tendría
repercusiones en sus calificaciones e incluyeron, para este fin, hojas alternas
de respuestas.
Los alumnos
tenían que responder en las hojas de respuesta de la SEP (anaranjadas) y en las
de la escuela (blancas). Contraviniendo con esto la disposición de la SEP que
señala: “los resultados que obtengan no impactarán en las calificaciones de los
alumnos, servirán para explorar su nivel de dominio de los conocimientos y las
habilidades cognitivas que tengan en las asignaturas de Matemáticas, Español y
Formación Cívica y Ética.”
“Si no lo hacemos
así, los alumnos no le echan ganas”, se justificó el director.
2. Segunda en gravedad: para los alumnos que
tienen bajas calificaciones no se pidieron exámenes o si estos llegaron a esos
alumnos se les pidió que se fueran porque no habían llegado sus hojas de
respuestas. En el salón donde estuve hubo cuatro de estos casos y me enteré de
situaciones similares en los demás grupos.
2. A todo esto,
podrá preguntarse el lector suspicaz: ¿por qué no lo reportó con la autoridad
competente? Pues, simplemente porque no
había autoridad competente ni se nos explicó ante quién podríamos acudir en
estos casos.
Por parte de la
SEP, estuvo un personaje denominado Coordinador, un jovencito que fue
contratado ex profeso de manera temporal y que hacía todo lo que el director le
pedía.
El director me
dijo, algo molesto, cuando pregunté dónde se consignarían las observaciones y a
quién debíamos entregárselas: ¡tiene usted observaciones? En ese caso tiene que
entregármelas a mí que soy la autoridad y veré cómo darles solución.
Sentí que había
cometido un pecado mortal, nadie más lo hizo, los veinte padres de familia que ahí se hallaban
aprobaron con sumisión y beneplácito todo
cuanto el director proponía. Eso sí, durante todo el proceso estuvieron bien
pendientes de que los niños no copiaran.
No le hice más
que una observación al director, sobre la ignorancia de una maestra de
Mecanografía, quien a una alumna le definió mal una palabra propia de su área.
Lo demás, le dije, no tiene caso porque usted no puede ser juez y parte.
Estas fueron
algunas de mis observaciones entre las cuales, de manera general quiero subrayar
el carácter autoritario de nuestro sistema educativo, de nuestra sociedad.
Pude observar el
énfasis que pusieron los maestros para sentar a los alumnos por orden de lista
y, en el colmo del absurdo, como insistieron en que se dejaran vacíos los
mesabancos de quienes faltaron o están dados de baja, aún cuando éstos no eran
suficientes. Pero, cuando se daban cuenta de ello, los alumnos resultaban ser
los culpables por no haber solicitado los faltantes.
Hubo gritos,
amenazas y humillaciones hacia los alumnos por parte directivos y profesores.
Pero eso no paró ahí, al comentarlo con padres de familia, la respuesta que
obtuve fue: “es que de otra manera los muchachos no entienden, están desatados,
son terribles, solo así obedecen. Gracias a eso esta escuela ha obtenido los
mejores resultados en la prueba Enlace y está entre las escuelas de calidad”.
Y al preguntarles
a los niños qué les parecían esas actitudes, solo dijeron: “así son siempre,
acusarlos, no, con quién, para qué nos metemos en problemas”. Cómo dice Joseph Conrad en El corazón de las
tinieblas: “la fuerza no es sino una casualidad nacida de la debilidad de los
otros”.
Los jóvenes son
los enemigos a vencer. Su inquietud, su energía, su rebeldía son lo que debemos
someter para hacerlos como nosotros: seres sumisos, callados y cobardes o
autoritarios, violentos y corruptos. Justo lo que necesita el Sistema. Y en
esto, más que las imposiciones de Estados Unidos y los neoliberales, quienes
están incidiendo somos los padres de familia y nuestros propios maestros,
adalides de la democracia.
Así las cosas, y
eso que la prueba Enlace evalúa Español,
una asignatura que según la SEP en sus Planes y Programas, y concuerdo con la institución, debe
servirnos para aprender a hablar y a escribir de forma que podamos usar estas
herramientas para defender nuestros derechos y criterios, para hablar cuando se
debe y es justo.
Y más paradójico
aún, en esta prueba se está evaluando Formación Cívica y Ética y enseñamos a
los alumnos a hacer trampa, porque no son tontos, se dieron cuenta de que justo
sus compañeros con malas calificaciones fueron quienes curiosamente “faltaron”
al examen. “Qué defraudadores son estos
maestros”, me comentó una alumna.
Así queremos mejorar
nuestra educación para ser competitivos en este mundo globalizado: haciéndonos
tontos solos.
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