Por Blanca Padilla
Con las primeras
lluvias del verano, una actividad tradicional en los Valles Centrales de
Oaxaca, desde tiempos inmemoriales, era “ir por azucenas”.
Revestía un carácter romántico, comenzando por la
leyenda de Donají que relataban los maestros en la escuela: una princesa zapoteca
que murió por amor a su pueblo.
Decapitada por los enemigos mixtecos, jamás se supo dónde había sido enterrada su cabeza, hasta que un pastor, al arrancar una
perfumada flor blanca que vio un atardecer en las márgenes del río Atoyac, dio con ella.
Ese
fue el primer lirio silvestre o azucena de que se tiene memoria.
Foto: Celestino Robles |
El ascenso a las montañas circundantes, en cualquiera de los
pueblos de los Valles Centrales, comenzaba
hacia las cinco o seis de la tarde. En la ciudad de Oaxaca el Cerro del Fortín
y las colinas de Montealbán, entre otros que rodean la ciudad, eran el objetivo.
No en vano al auditorio Guelaguetza se le conoce también como Rotonda de las Azucenas.
Conforme oscurecía, las azucenas iban apareciendo aquí y allá. "Como duendes que invitaban a seguirlas", según mi gran amigo y colega Celestino Robles.
No era que no estuvieran ahí antes, pero
son flores que conforme avanza la noche van abriendo sus corolas y despidiendo
su exquisito perfume.
Foto: Celestino Robles |
De esta forma, la recolección que iniciaba en las faldas de los cerros podía terminar hasta en la cima si la fuerza de voluntad del recolector era débil y la ambición por acumular la mayor cantidad de estos perfumados lirios era demasiada.
Se cuenta incluso de personas que se extraviaban en las
montañas persiguiendo las efímeras azucenas que sólo florecen una noche o
cuando mucho dos, una vez cortadas y colocadas en los floreros de los hogares
oaxaqueños.
Así era. Actualmente, por lo menos en la ciudad de Oaxaca, la mancha urbana ya invadió los cerros
y destruyó el hábitat de estas plantas. También, la vida agitada de hoy,
donde cada vez hay más distractores para
los jóvenes, echó al olvido esta vieja tradicción.
Consultamos al respecto a varios jóvenes entre quince y 20
años. Resultado: la mayoría no conoce las azucenas, las han visto por las
personas que vienen de Cuajimoloyas o de San Miguel del Valle a venderlas al centro
de Oaxaca, pero nunca han visto una en su hábitat. Tampoco les interesa.
Para ellos las azucenas son una flor más, no un símbolo de
la cultura oaxaqueña. ¿Pero su aroma es muy agradable, no crees? Preguntamos a
uno de estos jóvenes que desdeñoso respondió: ajá.
Y así, con ese mismo entusiasmo actúan la mayoría, incluso
algunos adultos que miran arrogantes a las vendedoras de azucenas que recorren el
primer cuadro de la ciudad ofreciendo ramitos de estas flores. “Hacen como si
no las conocieran”, comentó la señora Margarita Hernández, vendedora de San
Miguel del Valle.
Ella, al igual que la señora Maximina Hernández, del mismo
pueblo, tiene entre cinco y seis años de
venir a ofrecer azucenas al Centro Histórico. Diario traen cerca de cien
rollitos con unas cinco flores cada uno y los ofrecen a tres o a cinco por díez
pesos, dependiendo si quieren acabar pronto.
Foto: Blanca Padilla |
Para esta venta, no invierten más que en los pasajes y el
tiempo de recolección de las flores, pero de todas formas es un ingreso muy
bajo, señalaron ambas. Sin embargo, algo tienen que hacer y aprovechan la
temporada para obtener un recurso extra.
Esto, recordó la señora Maximina, ya lo hacía su padre desde
cuando ella era pequeña, hace más de cuarenta años. Su padre subía al cerro y sólo
les decía que iba por flores, más tarde volvía para decirles que se iba a la
ciudad para venderlas.
“Igual, como él lo hacía, con lo que saco compro mi frijol,
mi azúcar, unas galletas y ya me voy al pueblo, yo vivo sola, mis hijos ya se
casaron y otros están en el norte, mi marido murió hace años”, relató doña Maximina
y luego se despidió perdiéndose entre la gente que deambulaba por el Corredor
Turístico bajo una fina lluvia en esa tarde nublada.
Así desaparecerán también las azucenas, su época está
terminando, algunas sólo para dormir un año y volver a brotar en junio. Otras
en cambio, lo harán para siempre ante el embate de los humanos que invaden su
espacio y ya ni siquiera se interesan por admirarlas.
*Artículo publicado originalmente en el diario Tiempo de Oaxaca, en agosto de 2010.
Mi flor favorita, no las he visto en ningún otro lugar fuera de los Valles de Oaxaca.
ResponderEliminar¿Sabrá alguien si existe la manera de hacerlas crecer en otro hábitat o invernadero?