domingo, 13 de enero de 2013

Ubi sunt

A Francisco Javier Sánchez Valdivieso (El Zague) in memoriam. Por tu tiempo, por los buenos recuerdos,
por tu alegría, por tu ayuda, gracias por todo, amigo.


Por  Jesús Rito García


Iniciar el año con la noticia de la muerte de un amigo, es bastante difícil, pero en verdad, lo mejor es quedarse callado, recordarlo, pensar que se ha ido de viaje, que ha tomado la ruta sin retorno, pero que no pasa nada, que él va muy contento y que nosotros de alguna manera abordaremos ese tren, más tarde que temprano. 

El problema es que era una persona bastante joven y muere inesperadamente, eso sí cuesta trabajo asimilar. Los amigos resultan ser una parte más amplia de la familia, los vamos conociendo a lo largo de nuestra vida y cada uno va llenando nuestro espacio espiritual y sentimental. 
Recuerdo muy bien que desde niño siempre quise escaparme de casa, conocer el mundo, viajar, quería saber qué había más allá de la puerta. 


No es que me trataran mal, todo lo contrario, era porque tenía hambre de conocer, sólo por eso. Siempre me recostaba en la cama y pensaba en la forma de salir, de cómo tomaría un autobús hacia la ciudad de México, viviría en la terminal, me robaría libros y leería todo el tiempo; además de poder ir a museos, caminar por las grandes avenidas, vivir mi independencia; después, tal vez el grito de mamá llamándome para comer, o el motor del carro de papá, a su llegada, me cortaban el sueño y volvía a mi vida normal. Mi estrategia siempre era la misma, pero nunca pude realizarla, y no estuvo mal, porque busqué otras formas de huir y para eso estaban mis amigos.
Cierro los ojos y en este preciso instante me vienen a la mente los partidos de futbol enfrente de la casa de mis tíos, en la calle Aldama del barrio san Jerónimo, en Tehuantepec; todos los niños corríamos de un lado a otro, saltábamos, soñábamos con ser los mejores jugadores del mundo y creo que así lo era en ese momento. 


Hay tantas cosas qué recordar, y sólo se me dibuja una sonrisa, es porque pienso que la felicidad es un estado al que se puede llegar muy fácilmente. 


Recuerdo que mi amigo, al que hoy dedico mis palabras, fue una de las primeras personas a quien le platiqué mis aspiraciones de conocer el mundo y siempre me dio ánimos. Cuando él se fue a estudiar al D.F. y regresaba de vacaciones, me contaba todo lo que hacía, los lugares que conocía, de ir a conciertos y viajar en el metro. Yo que era un chico de apenas unos 12 años, me sentía alucinado con sus historias, a partir de sus palabras yo aprendía a conocer la ciudad y siempre esperaba con mucha ilusión su regreso, para irnos a la playa con todos los demás chicos de la cuadra, salir por las noches, dar mil vueltas en el parque, hablarle a muchachas bonitas, sentir que éramos los galanes del pueblo. Todo parece que fue ayer y me pone de muy buen humor.


A partir de sus historias comencé a conocer el mundo, gracias a él, un día decidí irme a estudiar lo que siempre quise a la ciudad de México, él me dio hospedaje, me acompañaba a hacer mis exámenes, me aconsejó para elegir escuela, me ayudó a conseguir trabajo, amigos y hasta novia. Tengo una enorme deuda con él, por eso mismo siempre quiero recordarlo con su enorme sonrisa y su alegría para vivir. Era un apasionado del Futbol, infinidad de veces lo vi llorar porque perdían sus poderosas “Águilas”, alguna vez me hizo ir al Estadio Azteca, yo que no soy muy aficionado al futbol, pero recuerdo muy bien lo grande que es el estadio y lo mucho que me impresionó el ambiente. 


En fin, son tantos recuerdos y tantas historias que vivimos juntos, algunas veces pasamos hambre y sólo comíamos tazones de arroz con ajo y en cuanto alguno de los dos podía conseguir unos pesos no dudábamos en compartirlo. Me acompañó hasta el último momento, antes de tomar mi primer vuelo al extranjero estuvimos hablando de todas las cosas qué haríamos si viviéramos en Europa, en fin, no podría dejar de escribir y escribir los buenos momentos.

 Además, es difícil pensar que alguien joven pueda morir así, de repente, pero no podemos hacer nada. Y creo que es mejor seguir con la ilusión de volverlo a encontrar algún día, darle un abrazo, pensar que se fue de viaje y que pronto volverá a contarme sus historias, como cuando era niño.

 *Jesús Rito García es escritor y poeta oaxaqueño, fundador de la Editorial Pharus, propuesta en línea.


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